La batalla estaba siendo transmitida a cada rey o líder de las diferentes regiones gracias a Zoe. Los reyes y líderes sabían que lo que estaba por venir era diferente a lo esperado; inicialmente, se pensaba que solo sería un ligero ataque a la Ciudad del Sol, pero ahora se había convertido en una lucha contra el Vacío. La gravedad de la situación no podía subestimarse, y los líderes comprendieron que debían actuar con rapidez y determinación.
Los reyes sabían que debían enviar más tropas al campo de batalla, ya que si Shurima caía, nada impediría que el Vacío invadiera otras regiones. Peor aún, el Vacío ahora contaba con la ayuda de los temibles Darkin, aumentando su poder con esas abominaciones que antes eran chacales. Los portales de Zoe seguían desbordándose de soldados de las diferentes regiones, pero los seres del Vacío continuaban llegando sin cesar. La pelea parecía estar en un punto muerto; a pesar de las bajas humanas, los ionianos, con la ayuda de algunos zaunitas que dominaban la magia curativa, lograban proteger y sanar a los heridos, permitiendo que volvieran al combate.
Aunque heridos, los soldados que fueron curados ayudaban a los sanadores con el transporte de cuerpos heridos. Sin embargo, el problema no se limitaba solo a Shurima, ya que en otras partes del mundo también empezaron a aparecer grietas del Vacío. Los reyes se dieron cuenta del ataque del Vacío en sus respectivos reinos. Afortunadamente, cada reino contaba con élites que estaban en espera y enfrentaron con valentía al Vacío, logrando retenerlos en cada región, aunque no todos corrieron con la misma suerte.
En Aguasturbias, la situación era caótica. Con la enemistad de sus habitantes, muchos murieron, pero de alguna manera lograron retener al Vacío con la ayuda de Illaoi. Illaoi, la Sacerdotisa del Kraken, con su enorme presencia y poderes divinos, invocaba a Nagakabouros para destruir a las criaturas del Vacío, manteniéndolas a raya y dando esperanza a los desesperados.
En Freljord, la Ciudadela de la Guardia de Hielo temblaba mientras el Vacío enterrado intentaba resurgir. Lissandra, la Bruja de Hielo, contuvo al Vacío lo mejor que pudo, usando su magia de hielo para sellar las grietas y frenar el avance de las abominaciones. En las aldeas más pobladas, Ashe, la Reina de Freljord, y su esposo Tryndamere comandaban a sus soldados, logrando retener al Vacío, aunque por poco. Algunos pueblos lejanos perecieron con sus habitantes, pero otros fueron rescatados por individuos valientes como Braum, el Corazón de Freljord, cuya fuerza sobrehumana y su escudo inquebrantable protegieron a muchos. También, Nunu y Willump, el niño y su yeti, usaron su magia de hielo y su valentía para salvar a los indefensos, mostrando que incluso en los tiempos más oscuros, la esperanza podía surgir de los lugares más inesperados.
Incluso Ixtal, con sus comunidades apartadas, fue atacado, aunque no resultó en muchas bajas. Allí estaban Kai'Sa y su padre Kassadin, quienes, en su búsqueda de un profeta del Vacío, lograron salvar a muchos de las garras de las abominaciones. Con su experiencia en luchar contra el Vacío, ambos se convirtieron en faros de esperanza para los asediados, usando sus habilidades y conocimientos para mantener a salvo a los inocentes.
El único lugar que no fue invadido fue la Ciudad de Bandle, que, aunque el Vacío lo intentó, no logró conectarse a la ciudad mística.
Mientras tanto, en la Ciudad del Sol, la batalla continuaba. Quetzulkan, volando sobre el campo de batalla, observaba la situación con determinación. Usando sus poderes recién adquiridos, creó más clones elementales para enfrentar a las abominaciones del Vacío. Cada clon luchaba con furia, usando fuego, tierra, agua y aire para repeler a los enemigos. Las defensas de la ciudad se mantenían firmes gracias a los esfuerzos combinados de Zoe, Azir, Nasus y los ejércitos aliados.
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Quetzulkan se recuperó rápidamente con la ayuda de su propia magia, sanando sus heridas y recobrando fuerzas. Sin perder tiempo, voló a gran velocidad hacia Aatrox, quien ahora se había transformado en una masa monstruosa de tentáculos, ojos y dientes, su tamaño superando al de Quetzulkan en su forma de dragón. La abominación atacó a Quetzulkan con sus tentáculos, pero la velocidad y agilidad del dragón le permitieron esquivar cada ataque con precisión y destreza.
Quetzulkan llegó tan cerca de la abominación que pudo desatar todo su poder en una mezcla devastadora de elementos. Utilizando fuego, tierra, agua y aire, lanzó un asalto feroz, destrozando la carne de la abominación. Con sus garras imbuidas en magia, perforó profundamente el cuerpo de Aatrox, destruyendo todo a su paso. Sin embargo, cuando sus garras alcanzaron el núcleo de la criatura, golpearon algo que no pudo destrozar. Un dolor agudo recorrió sus garras, como si hubiera golpeado un material extremadamente duro e indestructible.
Al detenerse para ver lo que había golpeado, Quetzulkan descubrió una crisálida oculta dentro del cadáver de la abominación. La crisálida palpitaba con luces internas, como si algo estuviera gestándose en su interior. Decidido a no darle tiempo a lo que sea que estuviera dentro, Quetzulkan reanudó sus ataques, pero esta vez la crisálida parecía impenetrable. Aumentó la intensidad de su magia, imbuyendo sus garras con los cuatro elementos y creando formas más letales para sus ataques.
Quetzulkan golpeó sin descanso, cada ataque más feroz y poderoso que el anterior. Mientras lo hacía, empezó a experimentar con nueva magia, combinando sus poderes elementales de formas innovadoras. Creó magia de relámpagos y truenos, imbuyendo su cuerpo y poder con esta energía destructiva. Con sus garras envueltas en electricidad y furia elemental, logró hacer grietas en la crisálida.
Los golpes de Quetzulkan alcanzaron una velocidad y fuerza descontroladas, más allá de lo que un ojo normal podía percibir. La crisálida comenzó a ceder bajo el asalto implacable, hasta que finalmente se rompió bajo los ataques de Quetzulkan. Fragmentos de la crisálida volaron en todas direcciones, revelando su contenido.
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De la crisálida rota emergió una criatura espantosa y retorcida, su apariencia una amalgama de pesadillas y abominaciones del Vacío. Su piel era de un tono morado intenso, casi negra, con una textura correosa y rugosa. Tentáculos oscuros y viscosos brotaban de su espalda, retorciéndose de manera siniestra. En sus brazos y piernas también surgían tentáculos más pequeños, dotándola de una movilidad extraña y amenazante.
La criatura poseía seis brazos en total: cuatro de ellos eran largos y poderosos, mientras que otros dos, más cortos y delgados, emergían de su pecho robusto y musculoso. Cada brazo estaba terminado en garras afiladas y puntiagudas, capaces de desgarrar cualquier cosa a su alcance. Su cráneo era alargado horizontalmente, y de los extremos brotaban dos cuernos largos y retorcidos que parecían vibrar con energía oscura.
El rostro de la criatura era una visión de horror indescriptible. Su boca se abría en cuatro partes, similar a una mandíbula depredadora, revelando filas de dientes afilados y puntiagudos que parecían moverse de manera independiente. En lugar de una lengua, la criatura tenía un enjambre de tentáculos delgados y largos que se agitaban sin cesar, buscando presas que devorar.
Varios ojos rojos y brillantes estaban distribuidos por todo su cuerpo, cada uno con una mirada siniestra y vigilante. Entre los ojos, pequeñas bocas se abrían y cerraban, llenas de dientes diminutos pero afilados, capaces de morder y desgarrar. Algunas de estas bocas emitían un sonido chirriante, una cacofonía de hambre insaciable y locura.
Su torso era grande y macizo en comparación con sus extremidades, cubierto de protuberancias y excrecencias que pulsaban con energía oscura. En sus extremidades, además de los tentáculos, se podían ver espinas afiladas que sobresalían, cada una impregnada con veneno del Vacío. Las piernas de la criatura eran delgadas pero fuertes, diseñadas para moverse con una agilidad antinatural.
Cada movimiento de la criatura era una mezcla de gracia y horror, una danza de destrucción y caos. La energía del Vacío emanaba de su cuerpo, una presencia palpable que distorsionaba el aire a su alrededor. Con cada paso que daba, la tierra temblaba y el entorno parecía oscurecerse, como si la misma existencia retrocediera ante su presencia.
Esta monstruosidad, una vez gestada dentro de la crisálida, ahora estaba libre, y su poder era evidente. Quetzulkan, observando a su nuevo enemigo, sintió una mezcla de repulsión y desafío. Sabía que la batalla no sería fácil, pero estaba decidido a enfrentarse a esta abominación y proteger el mundo de su destructivo poder.
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La criatura, ahora libre de la crisálida, se erguía amenazadoramente frente a Quetzulkan. A simple vista, era evidente que la abominación superaba con creces el tamaño del dragón. Quetzulkan, en su forma de dragón de más de 50 metros, parecía pequeño ante la monstruosidad que se encorvaba y agachaba, pero aun así, su altura y volumen eran mucho mayores.
Ambos se miraron, o al menos así lo sintió Quetzulkan, mientras los ojos de la criatura se centraban en él. Sin embargo, la bestia tenía miles de ojos dispersos por todo su cuerpo, algunos observando al dragón y otros mirando en diferentes direcciones. De repente, la criatura emitió un rugido que sonó más como un chirrido ensordecedor. El sonido era tan potente que incluso los guerreros que luchaban cerca de la Ciudad del Sol lo escucharon claramente, aunque la distancia entre ellos era de varios kilómetros.
Quetzulkan no tuvo tiempo de procesar el sonido antes de que la criatura arremetiera contra él. Logró esquivar el primer ataque y ascendió rápidamente al cielo, pero los tentáculos de la bestia se alargaron desde su espalda y lo persiguieron incansablemente. Mientras volaba, Quetzulkan lanzó hechizos desde la distancia, intentando detener a su enemigo, pero la criatura parecía inmune a la magia. Los hechizos simplemente se desvanecían al contacto con su piel, sin causar ningún daño visible.
Quetzulkan intentó diferentes tipos de magia, pero nada parecía funcionar. Frustrado, decidió cambiar de estrategia y enfrentarse a los tentáculos que lo seguían. Usando sus garras y dientes, logró destrozar algunos de los tentáculos, pero esto solo provocó que la criatura lo mirara con más intensidad. De repente, utilizando sus largas y poderosas piernas, la bestia saltó hacia el cielo con una fuerza impresionante y golpeó a Quetzulkan, enviándolo de regreso a tierra firme.
Quetzulkan cayó con un impacto devastador, creando un cráter en el suelo. Sin embargo, no perdió tiempo y volvió a volar, atacando con ferocidad a la criatura. Esta vez, se centró en ataques físicos, usando sus garras y colmillos con una furia desatada. La criatura respondió de la misma manera, y aunque Quetzulkan luchaba valientemente, sus ataques no parecían afectar mucho a la abominación. A pesar de sus esfuerzos, la criatura casi no mostraba signos de daño, mientras que Quetzulkan empezaba a acumular heridas.
La batalla parecía unilateral, con la criatura saliendo casi ilesa y Quetzulkan sufriendo varias heridas. Sin embargo, lejos de rendirse, Quetzulkan se sentía más determinado. La situación le recordaba la primera vez que se transformó en dragón y no sabía cómo usar su nueva fuerza. Ahora, enfrentándose a una criatura aparentemente más poderosa que él, Quetzulkan sentía que era el momento de adaptarse una vez más.
Quetzulkan sabía que su cuerpo tenía la capacidad de evolucionar y adaptarse a cualquier desafío. A medida que sus heridas aumentaban, su cuerpo comenzaba a responder, evolucionando para resistir los ataques de la criatura. La bestia, aparentemente consciente de esto, aumentaba la intensidad de sus ataques cada vez que Quetzulkan se adaptaba.
Acorralado, Quetzulkan empezó a pensar en nuevas estrategias. Recordó a Zoe, la poderosa hechicera cuya magia era increíblemente potente. Entonces, se le ocurrió una idea que nunca había considerado debido a la especial naturaleza de su cuerpo: usar la magia como refuerzo en lugar de como ataque.
La magia comenzó a viajar por su cuerpo, al principio con dificultad, pero Quetzulkan persistió. Poco a poco, logró que la magia reforzara sus garras y dientes, permitiéndole herir a la criatura. La sangre negra y fétida de la abominación se derramó, y Quetzulkan se sintió alentado. Sabía que si una criatura podía sangrar, también podía morir.
Quetzulkan continuó perfeccionando su nuevo poder, haciendo que la magia fluyera por su cuerpo. Con magia sin atributo, reforzó sus garras y colmillos, pero no se detuvo allí. Pensó en lo que pasaría si usara su magia elemental para reforzarse aún más.
Primero, usó magia de tierra, endureciendo su cuerpo y haciéndolo más resistente. Sus golpes se volvieron más contundentes, y cuando golpeaba a la criatura, el impacto era mucho mayor. Luego, experimentó con otros elementos. Con magia de agua, su cuerpo se volvió más flexible y adaptable, permitiéndole moverse con mayor agilidad. La magia de aire le dio velocidad y ligereza, permitiéndole esquivar ataques con mayor facilidad. Finalmente, utilizó magia de fuego para aumentar su fuerza y ferocidad, haciendo que sus ataques fueran aún más devastadores.
No satisfecho con solo eso, Quetzulkan también empleó su magia de naturaleza, lo que le permitió curar sus heridas a un ritmo acelerado. Con su cuerpo ahora reforzado por múltiples elementos, Quetzulkan se lanzó de nuevo a la batalla.
La pelea se intensificó, con Quetzulkan atacando con una combinación de fuerza física y magia elemental. Cada golpe resonaba con el poder de la tierra, la flexibilidad del agua, la velocidad del aire y la ferocidad del fuego. La criatura respondía con igual ferocidad, pero ahora Quetzulkan estaba preparado. Sus ataques eran más efectivos y su capacidad de adaptación era más rápida.
La batalla era un espectáculo impresionante, un enfrentamiento titánico entre la criatura del Vacío y el dragón imbuido de magia elemental. Aunque la criatura seguía siendo formidable, Quetzulkan ahora tenía la ventaja. Su determinación y adaptabilidad le permitieron igualar el poder de su enemigo y encontrar nuevas formas de atacar y defenderse.
La sangre de la criatura se derramaba más y más, y aunque seguía siendo una amenaza formidable, Quetzulkan no mostraba signos de rendirse. La batalla continuó, pero ahora, con su cuerpo reforzado por la magia, Quetzulkan tenía la esperanza de que podría derrotar a esta abominación y proteger el mundo de su devastador poder.
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Quetzulkan tenía la ventaja y disfrutaba destrozando a la criatura que antes lo había herido y maltratado. Con cada golpe de sus garras y cada mordida de sus colmillos, sentía un deleite sádico. La batalla se había convertido en un juego para él, y estaba disfrutando cada momento de su dominación. Sin embargo, en medio de su diversión, algo lo detuvo bruscamente.
Quetzulkan sintió una magia espeluznante emanando de la criatura, una energía que superaba todo lo que había sentido antes. La criatura, a pesar de estar siendo desgarrada por los ataques del dragón, estaba defendiendo con una magia oscura y ancestral. En ese instante, Quetzulkan sintió el mismo tipo de magia legendaria que había experimentado solo una vez antes, cuando se transformó en dragón por primera vez.
En aquel entonces, durante una batalla contra Noxus, Quetzulkan estaba a punto de ser derrotado y esclavizado. En un acto desesperado, una magia de teletransportación se activó y lo llevó lejos de sus enemigos, salvándolo de una muerte segura. Ahora, enfrentando a esta criatura del Vacío, Quetzulkan sintió otra vez esa magia legendaria, pero esta vez era diferente. Esta vez, la magia era una visión del futuro.
En su visión, Quetzulkan se vio a sí mismo atacando a la criatura con fiereza, pero la bestia desató un poder mágico nunca antes visto. Una explosión masiva emanó de su cuerpo, borrando casi todo Shurima del mapa de Runaterra. La devastación no se detuvo ahí; Ixral y el Monte Targon también fueron afectados. Todo fue aniquilado, sin dejar rastro alguno, ni siquiera cenizas de lo que alguna vez existió.
Quetzulkan, con una sensación de pánico creciente, intentó detener a la criatura. Golpeó con todas sus fuerzas, utilizó cada hechizo que conocía, pero nada parecía funcionar. Sus ataques físicos rebotaban ineficazmente contra la piel de la criatura, y su magia se desvanecía antes de causar algún daño. La criatura, consciente de la desesperación de Quetzulkan, comenzó a absorber más poder, preparándose para desatar la explosión que destruiría todo.
¡Hola a todos!
¡Qué emocionante que estén aquí! Si llegaron hasta este punto, les agradecería un montón si pudieran dejarme algunas "piedras de poder" y una reseña sobre el libro. Sus opiniones son súper importantes para mí y para otros lectores que estén buscando algo nuevo para leer.
¡Muchas gracias de antemano!
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