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76.47% "El Renacer en Runaterra" / Chapter 26: CAPITULO 26

Chapitre 26: CAPITULO 26

"Debemos encontrar una salida antes de que el Vacío nos consuma", dijo Kassadin, su voz firme pero con un toque de urgencia. A pesar de estar cansado, Kassadin se reincorporó, aún herido, decidido a escapar del Vacío y llevar consigo a Quetzulkan. Por su parte, Quetzulkan, aunque también mostraba signos de fatiga, tenía una chispa diferente en sus ojos. Internamente, Quetzulkan disfrutaba de la intensidad de la batalla contra los entes del Vacío. Cada vez que sufría una herida, sentía cómo su cuerpo empezaba a adaptarse a la radiación y a la energía de este lugar hostil.

 

Quetzulkan mostraba un anhelo casi voraz de pelear y mejorar aún más, pero manteniendo su racionalidad sabía que debía salir cuanto antes. Zoe aún lo esperaba y Kassadin estaba al borde del colapso. Utilizando su magia de naturaleza, Quetzulkan comenzó a sanar las heridas de Kassadin. Su magia era una combinación de elementos curativos naturales y prácticas arcanas, permitiéndole sanar las heridas internas de Kassadin y algunas de las externas. Aunque Kassadin aún estaba fatigado por la constante lucha, sus fuerzas comenzaron a recuperarse poco a poco.

 

Justo cuando estaban a punto de activar los portales de Kassadin para regresar a Shurima, un grupo de misiles púrpura voló hacia ellos, explotando a su alrededor. Ambos se lanzaron al suelo para esquivar los proyectiles, pero el impacto los aturdió momentáneamente. A lo lejos, un nuevo enemigo apareció, su figura vagamente humana pero claramente más que eso. La forma bípeda y el contorno femenino eran evidentes, pero su piel era de un morado intenso, con una textura que parecía casi alienígena.

 

La figura avanzaba con una agilidad sobrenatural, su traje del Vacío envolviéndola como una segunda piel, ocultando su rostro y sus verdaderas intenciones. El traje parecía moverse con vida propia, pulsando con energía oscura mientras la figura se acercaba a Kassadin y Quetzulkan. Kassadin se puso de pie con dificultad, sus ojos fijos en el nuevo enemigo. "No puede ser...", murmuró, reconociendo la silueta, pero sin poder aceptarlo del todo.

 

Quetzulkan, sin perder un segundo, se lanzó al combate en su forma normal. Con garras afiladas, una cola poderosa y alas desplegadas, estaba listo para enfrentar esta nueva amenaza. Utilizando su habilidad para volar y su magia de portales, se movía con una velocidad impresionante, esquivando ataques y lanzándose hacia su oponente con ferocidad.

 

La batalla que siguió fue una danza mortal. Quetzulkan y la figura intercambiaban golpes, cada uno utilizando sus habilidades al máximo. Kassadin, a pesar de sus heridas, no se quedó atrás. Activando sus portales, se teletransportaba alrededor de la figura, lanzando ataques sorpresa y desorientándola. Sin embargo, el traje del Vacío parecía anticipar sus movimientos, protegiéndola y permitiéndole contraatacar con precisión.

 

La figura contraatacaba con una serie de golpes y disparos de energía púrpura, pero Quetzulkan utilizaba sus alas y su magia de portales para moverse ágilmente por el campo de batalla. A cada embestida de la figura, Quetzulkan respondía con ráfagas de energía natural y cortes rápidos de sus garras, cada movimiento calculado para desgastar a su oponente.

 

A medida que la lucha se intensificaba, Quetzulkan notó algo peculiar en los ataques de la figura. Había una familiaridad en sus movimientos, algo que le recordaba a las técnicas de combate humano. "¡Kassadin, creo que hay algo más en esta criatura!", gritó mientras esquivaba otro misil púrpura. Kassadin, igualmente perplejo, trató de concentrarse en sus patrones de ataque. Finalmente, en un momento de desesperación, Kassadin logró derribarla momentáneamente con un golpe de energía pura.

 

Aprovechando la oportunidad, Quetzulkan se abalanzó sobre la figura, inmovilizándola con sus garras. "¡Revela tu rostro!", rugió, su voz llena de autoridad. La figura, atrapada, no tuvo más remedio que obedecer. Lentamente, la parte delantera del traje comenzó a abrirse, revelando el rostro de una mujer joven con ojos brillantes y un aire de determinación que sólo podía pertenecer a alguien que había sobrevivido al Vacío.

 

Kassadin dio un paso hacia adelante, sus ojos llenos de lágrimas. "¿Cómo... cómo es posible?", preguntó, su voz temblando. "Te perdí cuando eras apenas una niña. Esto no puede ser real."

 

Kaisa bajó la mirada, luchando por mantener la compostura. "El tiempo en el Vacío no pasa igual que en nuestro mundo. He estado aquí durante lo que parecen décadas, adaptándome, sobreviviendo. El traje... me ha cambiado, me ha mantenido viva. Pero también me ha alejado de quien solía ser."

 

Kassadin, con el corazón roto, extendió la mano hacia su hija. "Kaisa, no tienes que seguir aquí. Podemos encontrar una manera de liberarte, de llevarte a casa."

 

Kaisa negó con la cabeza, sus ojos llenos de tristeza. "No es tan simple, padre. Este traje es parte de mí ahora. No puedo simplemente dejarlo atrás. Pero puedo ayudarlos a salir de aquí."

 

Con una última mirada al caótico mundo del Vacío, los tres activaron el portal y fueron transportados de vuelta a Shurima, donde la luz del sol y el calor del desierto los recibieron.

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Cuando Quetzulkan, Kaisa y Kassadin aparecieron en el desierto de Shurima, Quetzulkan no perdió tiempo en buscar a Zoe. Gracias al vínculo mágico que compartían desde su matrimonio, podía sentir su ubicación exacta, y sabía que ella también podía sentir la suya. Con cada paso, la conexión entre ellos se hacía más fuerte, guiándolo directamente hacia ella.

 

Mientras Quetzulkan caminaba hacia la ubicación de Zoe, Kaisa y Kassadin comenzaron a reconectar después de tantos años separados. Kaisa le explicó a su padre las duras realidades de vivir en el Vacío, las batallas constantes y el aislamiento. Kassadin, por su parte, compartió con ella sus propias luchas y su incansable búsqueda para encontrarla. A pesar del dolor que ambos habían experimentado, el reencuentro les dio esperanza. Kassadin no se preocupaba por la simbiosis de Kaisa con el ente del Vacío; al contrario, estaba orgulloso de su fuerza y determinación. Decidieron que viajarían juntos, luchando contra las fuerzas del Vacío y buscando una manera de liberar a Kaisa de su armadura simbiótica.

 

Kaisa también explicó el malentendido que la llevó a atacar a Quetzulkan y Kassadin inicialmente. Creyó que Quetzulkan estaba luchando contra su padre, ya que el traje de Kassadin tenía características del Vacío y Quetzulkan, aunque parecía humano, tenía un aire imponente y mágico que Kaisa no pudo ignorar. En su desconfianza, asumió lo peor y atacó. Afortunadamente, Quetzulkan y Kassadin optaron por interrogarla primero, lo que llevó al reencuentro entre padre e hija.

 

Después de mucho caminar y hablar, finalmente llegaron a la ubicación de Zoe. Desde la distancia, Quetzulkan sintió una inquietud. Zoe no se había movido y parecía estar dormida. Al acercarse, la escena se volvió aún más extraña. Zoe estaba envuelta en una barrera mágica, flotando en el aire con los ojos cerrados, como si estuviera en un profundo sueño. En sus manos, sostenía un artefacto peculiar: una esfera con varios anillos flotando alrededor, dentro de la cual no se veía nada.

 

Quetzulkan se acercó lentamente, sus sentidos alerta. "Zoe", murmuró, su voz llena de preocupación. La barrera mágica era poderosa, pulsando con una energía que él no reconocía. Kaisa y Kassadin se mantuvieron cerca, listos para cualquier eventualidad.

 

Kassadin examinó la barrera con atención. "Esta magia no es del Vacío", dijo, frunciendo el ceño. "Es algo diferente, más antiguo quizás."

 

Kaisa asintió. "He visto algo similar en las ruinas antiguas de Shurima, pero nunca tan poderoso. ¿Qué podría haber desencadenado esto?"

 

Quetzulkan, sin apartar la vista de Zoe, extendió una mano hacia la barrera. Su magia de la naturaleza resonó con la energía de la barrera, buscando un punto de entrada. "Debemos tener cuidado", advirtió. "Podría ser una trampa o una protección."

 

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la barrera comenzó a desvanecerse. Zoe descendió lentamente al suelo, todavía sosteniendo la esfera, pero ahora con los ojos abiertos. Parecía confusa pero consciente.

 

Quetzulkan sonrió, ayudándola a levantarse. "¿Estás bien? ¿Qué pasó?"

 

Cuando Zoe salió de la barrera, aunque su semblante era tranquilo, su voz sonaba nerviosa. Ella le susurró a Quetzulkan que se lo contaría después, a solas. Quetzulkan entendió que quizá era un secreto que no podía ser compartido con extraños.

 

Pronto Zoe se reincorporó, y alegremente saludó a los nuevos amigos de Quetzulkan, Kassadin y Kaisa. Pero cuando sus ojos se posaron en Kaisa, hubo un destello peligroso en su mirada, fugaz, pero palpable. Nadie más pareció notarlo, excepto Kaisa, quien sintió un escalofrío como si alguien la hubiera querido atacar. Sin embargo, el momento fue tan breve que Kaisa no le dio mayor importancia.

 

Decidieron viajar juntos hasta llegar al próximo poblado, donde se separarían ya que Kaisa y Kassadin tenían una misión de vital importancia: luchar contra el Vacío. Además, padre e hija querían pasar tiempo juntos después de tanto tiempo separados.

 

Quetzulkan y Zoe se despidieron de Kaisa y Kassadin, deseándoles buena suerte. Sin rumbo fijo, Quetzulkan y Zoe decidieron visitar la Ciudad del Sol, atraídos por los rumores de que el emperador Azir había revivido y que planeaba resurgir su imperio.

 

Mientras viajaban hacia la Ciudad del Sol, Zoe le reveló a Quetzulkan lo que había sucedido mientras estaba atrapada en la barrera mágica. Con una expresión seria, Zoe le explicó que la esfera con los anillos era un dispositivo para ver fragmentos del futuro, pero que el conocimiento obtenido era extremadamente peligroso y debía mantenerse en secreto. Quetzulkan, sorprendido, prometió que sería una tumba para el secreto de Zoe.

 

"Vi cosas que no puedo compartir, ni siquiera contigo," dijo Zoe con un tono de disculpa. "Es una regla que debo seguir, aunque quisiera contártelo todo."

 

Quetzulkan, confiando en su esposa, no insistió. En cambio, decidió disfrutar del viaje con Zoe, montando las arenas que se movían con la magia de Quetzulkan, creando caminos y formas en el desierto.

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Mientras aún viajaban por los desiertos de Shurima, Zoe se perdió en sus pensamientos, guardando un secreto profundo que jamás había revelado a nadie. Zoe siempre tuvo la capacidad de ver el futuro sin restricciones, no solo fragmentos, sino visiones completas. Sin embargo, su manipulación constante del tiempo había comenzado a imponer limitaciones sin que ella misma lo notara.

 

En un principio, cuando Zoe llegó a Runaterra, usó la esfera con anillos para ver su futuro. Con su actitud juguetona y traviesa, se dedicó a recorrer Runaterra, robando comida con sus portales y gastando bromas a desconocidos. Era una Zoe inmadura, aún no había conocido a Quetzulkan. En una de sus travesías, mientras viajaba por la región de Ixtal, vio algo que cambiaría su destino.

 

En Ixtal, Zoe presenció una persecución: un dragón bípedo con melena verde, escamas doradas y alas con plumas, estaba siendo atacado por un dragón anciano. La persecución le pareció divertida y decidió unirse, ayudando de vez en cuando al dragón anciano atacando ligeramente al dragón de melena verde. Zoe, con sus portales, prolongaba la persecución, a veces facilitando la huida del dragón dorado y otras veces dificultándola. La escena era caótica y emocionante, con Zoe riendo mientras creaba portales y cambiaba el curso de la persecución a su antojo.

 

Cuando el dragón de escamas doradas y melena verde estaba visiblemente agotado, Zoe, aburrida de la persecución, usó un portal para transportarlo a una cueva en las montañas de Ixtal. El dragón anciano, perplejo por la desaparición de su presa, regresó a su nido con una mezcla de frustración y alivio.

 

Dentro de la cueva, Zoe se burló del dragón de escamas doradas, ignorando que este ser tendría un papel crucial en su futuro. Con su habitual actitud juguetona, intentó darle un nombre infantil, riendo mientras pensaba en apodos ridículos. Fue entonces cuando el dragón, que era Quetzulkan, le dijo que ya tenía un nombre y que no era un dragón, sino un vastaya transformado. Brevemente, Quetzulkan le contó lo sucedido, su voz reflejando tanto cansancio como gratitud.

 

Zoe no parecía interesada en su relato; mientras él hablaba, ella jugueteaba con unos artefactos mágicos que había encontrado en la cueva. De repente, un rayo celeste salió de estos artefactos y golpeó a Quetzulkan, haciéndolo gritar de dolor. Zoe, sorprendida, observó cómo Quetzulkan se transformaba de vuelta en su forma normal de vastaya. El dolor que él sentía era palpable, un recordatorio de la vulnerabilidad que incluso los seres más poderosos pueden experimentar.

 

Deslumbrada por su aspecto, Zoe comenzó a rodearlo flotando y lanzándole preguntas una tras otra. Quetzulkan, con un dolor de cabeza intenso, no pudo soportar más y le gritó que se callara. Zoe, sorprendida y luego enojada, le devolvió el grito, llamándolo malagradecido por haberle ayudado a volver a su forma normal.

 

La discusión se intensificó hasta que Quetzulkan, intentando calmar la situación, agradeció a Zoe por su ayuda. Zoe, con una sonrisa burlona, dijo que eso era lo mínimo que podía hacer. A medida que se calmaban, Zoe le pidió a Quetzulkan que le ayudara para saldar su deuda. Confundido, él aceptó ser su guardia y acompañarla en sus aventuras, preguntándose qué tipo de locuras le esperaban con esta enérgica y caprichosa compañera.

 

Zoe entonces le dijo que tenían una misión: primero debían ir a Piltover y Zaun, conocidas como las ciudades gemelas. Así comenzó la inusual alianza entre Zoe y Quetzulkan.

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En ningún momento Zoe le reveló a Quetzulkan su verdadera misión y siempre evitaba sus preguntas al respecto. El viaje fue, por decirlo de alguna manera, caótico. Zoe desaparecía con sus portales y regresaba con diferentes cosas, en su mayoría comida que rara vez compartía con Quetzulkan. Aun así, Quetzulkan no se molestaba y comenzó a ver a Zoe como una niña pequeña y malcriada.

 

Cada noche, Quetzulkan hacía una fogata y cazaba algún animal silvestre que luego cocinaba. Gracias a su conocimiento de la flora local, podía crear especias simples que mejoraban el sabor de sus comidas. Siempre le ofrecía una parte de lo que cocinaba a Zoe. Este acto, que parecía sencillo, fue una experiencia extraña para Zoe, quien siempre robaba lo que quería. Que alguien le compartiera comida por voluntad propia era algo que ella no había experimentado antes.

 

A pesar de esto, Zoe seguía con su actitud juguetona. Siempre desaparecía al anochecer y volvía en medio de la noche para molestar a Quetzulkan. Él, paciente, se recordaba a sí mismo que Zoe era solo una niña buscando atención y que tenía una deuda con ella. Prometió cuidarla y acompañarla, sin importar las travesuras que ella hiciera.

 

Después de un largo viaje, Quetzulkan y Zoe llegaron a Piltover. Al llegar a la entrada, los guardias querían inspeccionar sus pertenencias, pero Zoe se negó y desapareció con sus portales, dejándolos perplejos. Quetzulkan, cansado, explicó que venía con Zoe y que ella era solo una niña traviesa pero inofensiva. Los guardias, aunque escépticos, permitieron que Quetzulkan entrara bajo la advertencia de que cualquier problema sería su responsabilidad.

 

Dentro de Piltover, Quetzulkan intercambió algunas de sus pertenencias, como pieles y otros recursos naturales, por dinero local. Pensó que finalmente las cosas se calmarían, pero pronto surgió otro problema: Zoe estaba robando comida descaradamente. La multitud estaba molesta y Quetzulkan tuvo que intervenir para calmar la situación antes de que llegaran los guardias. Pagó por todo lo robado por Zoe y se sentó en un parque, agotado mentalmente.

 

Mientras esperaba, Zoe apareció con un helado en la mano. Quetzulkan, sin sorpresa, le preguntó a dónde debían ir ahora o si Zoe había terminado su misión. Ella dijo que ya había terminado y que podían continuar. Como ya era de noche, Quetzulkan propuso descansar y continuar al día siguiente, a lo que Zoe accedió antes de desaparecer nuevamente en sus portales.

 

Cansado, Quetzulkan buscó alojamiento y se tumbó en la cama, durmiendo profundamente. Al día siguiente, fue a desayunar y, justo cuando iba a comer, Zoe apareció. Antes de que Zoe pudiera robar algo, Quetzulkan la tomó de la mano y le dijo que él le invitaría a comer, temiendo más problemas. Zoe, sorprendida por el gesto, aceptó.

 

La comida llegó, pero Quetzulkan no había previsto que Zoe comería tanto. Ella comía vorazmente y también guardaba comida para después. Quetzulkan vio cómo su dinero, que parecía suficiente, se reducía a la mitad en un instante. Después de comer, Zoe le dijo que ahora debían ir a Zaun.

 

Quetzulkan compró boletos para usar el ascensor que conectaba Piltover con Zaun, pero surgió otro problema. Zoe comenzó a jugar con el ascensor y casi logra que cayera. Enojado, Quetzulkan le dijo que dejara de jugar, pero Zoe, burlona, lo ignoró y volvió a desaparecer. La gente miraba a Quetzulkan con desconfianza, no por haber regañado a Zoe, sino porque creían que él era cómplice de la niña mágica que casi los lleva a una muerte segura.

 

Quetzulkan se quedó en el ascensor, sintiendo el peso de las miradas desconfiadas sobre él. Suspiró profundamente, preguntándose cómo había llegado a esta situación. A pesar de todo, su compromiso de proteger a Zoe no flaqueó. Mientras descendía hacia Zaun, se preparó mentalmente para lo que pudiera venir. Sabía que, con Zoe, nada era predecible y cada día traería nuevos desafíos.


L’AVIS DES CRÉATEURS
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Cuando menciono que Zoe llegó a Runaterra, me refiero a que estaba regresando de uno de sus muchos trabajos como Aspecto del Crepúsculo. Comenté que ella tiene una manera de ver el futuro, así que ahora está recordando lo que vio antes de conocer a Quetzulkan. Solo lo menciono en caso de que se sientan confundidos con esa parte.

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