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23.52% "El Renacer en Runaterra" / Chapter 8: CAPITULO 8

Chapitre 8: CAPITULO 8

El sol se elevaba majestuoso en lo alto del cielo, su resplandor dorado pintaba la ciudad de Piltover con tonos cálidos y acogedores. En la habitación, la tranquilidad de la mañana se vio interrumpida por el suave murmullo de la vida que despertaba. Zoe, con un bostezo perezoso, abrió los ojos y se encontró con la peculiar visión del rostro y cuerpo de Quetzulkan adornados con extraños dibujos rojos.

Un estallido de risas brotó de los labios de Zoe ante la vista, su alegría rebosaba como un río desbordado. La sorpresa inicial dio paso rápidamente a la diversión, y no pudo contener su regocijo por la travesura que había perpetrado.

Quetzulkan, aún aturdido por la extraña transformación, se giró hacia Zoe con una mirada interrogante. "¿Por qué hiciste esto, Zoe?" preguntó con curiosidad, intentando comprender el motivo detrás de la jugada de su amiga.

Zoe, con su habitual chispa traviesa, respondió con un gesto teatral de indignación fingida. "Oh, Quetzulkan, te quedaste dormido antes de que termináramos nuestra pijamada de anoche," comenzó con un tono melodramático, "así que decidí darte una pequeña lección."

Una sonrisa traviesa bailaba en los labios de Zoe mientras pronunciaba sus palabras, su expresión radiante de pura diversión. Con un ademán juguetón, agregó: "Espero que te guste tu nuevo look."

La desconcertante respuesta de Zoe dejó a Quetzulkan perplejo, pero no pudo evitar sonreír ante la travesura de su amiga. Con un suspiro resignado, aceptó la situación con una mezcla de diversión y asombro.

Zoe, con su cabello todavía alborotado por el sueño pero con una sonrisa juguetona en el rostro, se limitó a señalar casualmente que la pintura desaparecería en un día, como mucho. Con esa declaración, desapareció en uno de sus característicos portales, dejando a Quetzulkan solo con su peculiar apariencia y una serie de preguntas sin respuesta.

Decidido a no dejar que la situación arruinara su día, Quetzulkan se dispuso a disfrutar del desayuno en un restaurante cercano. Con cada paso que daba, su presencia llamaba aún más la atención de lo habitual. La pintura roja que adornaba su rostro y cuerpo lo transformaba en una visión impresionante, evocando la imagen de un guerrero tribal preparado para la batalla.

A pesar de las miradas curiosas que atrajo, Quetzulkan se mantuvo imperturbable, acostumbrado a la atención que su presencia solía generar. Con una confianza innata, encontró una mesa y pidió comida para una cantidad impresionante de personas, anticipando la llegada de su inusual compañera de desayuno.

Mientras esperaba que la comida llegara, una súbita aparición interrumpió su contemplación. Un portal se abrió frente a él, y de su resplandor emergió Zoe, ahora fresca y ordenada, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro.

"Buenos días, Quetzulkan," saludó Zoe con alegría, su voz resonando con entusiasmo. "Parece que has sobrevivido a mi pequeña travesura."

La risa burbujeante de Zoe llenó la atmósfera mientras se sentaba frente a él, su presencia vibrante infundiendo energía en el aire. Con una exuberancia contagiosa, aguardó el comienzo del desayuno, lista para compartir la próxima aventura que les deparara el día.

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Después de disfrutar de un abundante banquete de desayuno, Quetzulkan y Zoe se dispusieron a explorar una nueva aventura en la vecina ciudad de Zaun. Con la emoción burbujeando en sus corazones, salieron del confort de Piltover y se embarcaron en el viaje hacia la misteriosa y vibrante Zaun.

El trayecto desde Piltover hasta Zaun prometía ser una experiencia fascinante y llena de contrastes. Zaun, conocida por su ambiente industrial y su atmósfera vibrante y caótica, estaba situada bajo Piltover, conectada por una intrincada red de pasarelas y túneles. Para llegar a esta ciudad subterránea, Quetzulkan y Zoe debían descender a través de un sistema de elevadores y escaleras que los llevarían a las entrañas de Zaun.

Mientras Quetzulkan y Zoe caminaban hacia los elevadores que los llevarían hasta Zaun, observaron cómo por los tejados de Piltover, cuatro niños ágiles se movían con destreza. Tres de ellos, uno con cabello rosa y los otros dos con cabellos oscuros, parecían coordinados y decididos en su carrera, saltando entre las estructuras con agilidad felina. Sin embargo, la niña más pequeña, de cabello azul, parecía un poco rezagada, sus movimientos más torpes y menos seguros.

Después de perderlos de vista en el laberinto de los tejados de Piltover, Quetzulkan y Zoe continuaron con su camino hacia los elevadores que los llevarían a Zaun, dejando atrás las figuras de los niños que corrían entre las alturas de la ciudad.

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A medida que descendían por las profundidades, el aire se volvía más denso y cargado con el aroma de la industria y la actividad frenética. La luz del sol se filtraba tímidamente a través de las rejillas y conductos, creando un espectáculo de sombras y destellos que bailaban en las paredes de la ciudad subterránea.

Finalmente, al llegar a la superficie de Zaun, Quetzulkan y Zoe fueron recibidos por un panorama que contrastaba fuertemente con la elegancia y el orden de Piltover. Zaun era un mundo de caos y vitalidad, donde los edificios se apilaban unos sobre otros en una amalgama de metal y hormigón, y los colores vibrantes competían por la atención en medio del paisaje urbano.

Los residentes de Zaun, acostumbrados a la agitación y la diversidad de su ciudad, no tardaron en notar la presencia de los forasteros. Los ojos curiosos seguían a Quetzulkan y Zoe mientras recorrían las bulliciosas calles de Zaun, donde el bullicio de la actividad comercial y la vida cotidiana creaba una sinfonía caótica pero fascinante.

Al principio, algunos residentes miraban con desconfianza a los visitantes, quizás desconfiados de sus intenciones o simplemente sorprendidos por su apariencia inusual. Sin embargo, a medida que Quetzulkan y Zoe interactuaban con la gente de Zaun, demostrando su amabilidad y curiosidad por conocer su cultura, las miradas de desconfianza se suavizaban, reemplazadas por la curiosidad y la bienvenida.

Quetzulkan y Zoe se sumergieron en la riqueza de la cultura de Zaun, explorando sus mercados bulliciosos y sus callejones oscuros con igual fascinación. Probaban las delicias culinarias locales, se maravillaban con la artesanía única de los artesanos de la ciudad y se sumergían en la vibrante vida nocturna de Zaun.

En medio de las complejas y laberínticas calles de Zaun, el viaje de Quetzulkan y Zoe se convirtió en una aventura llena de desafíos y encuentros inesperados. La ciudad, envuelta en una atmósfera de misterio y peligro, no tardó en presentarles sus primeros obstáculos.

El ambiente impredecible de Zaun les deparó una serie de problemas desde el inicio de su travesía. Matones locales, siempre ávidos de causar problemas, creyeron que sería divertido atacar a los viajeros desprevenidos. Sin embargo, se encontraron con una sorpresa desagradable: Quetzulkan, con su imponente presencia y habilidades de combate vastaya, y Zoe, con su espíritu juguetón pero astuto, no se dejaron intimidar fácilmente. Los matones pronto se vieron derrotados y humillados en los callejones oscuros de Zaun, aprendiendo una lección valiosa sobre subestimar a sus oponentes.

Aunque cerca del elevador que conecta Zaun con Piltover encontraron residentes más tolerables y amables, a medida que se adentraban en las profundidades de la ciudad, la hostilidad de los ciudadanos aumentaba. La desconfianza y la cautela reinaban en los corazones de aquellos que habían vivido entre las sombras de Zaun durante demasiado tiempo, y la presencia de forasteros como Quetzulkan y Zoe no hacía más que despertar sus sospechas y temores.

Pero ni siquiera la hostilidad de los habitantes más desconfiados de Zaun podría detener la determinación de Quetzulkan y Zoe. Con valentía y resolución, continuaron su viaje, desafiando los peligros y enfrentándose a los desafíos que se interponían en su camino. Pronto, sus pasos los llevaron a una taberna escondida en uno de los rincones más oscuros de la ciudad.

En la taberna, encontraron a un hombre que rompía con la imagen generalizada de la crueldad y la desconfianza que asociaban con Zaun. Este hombre, conocido como Vander, era un líder benevolente y compasivo que gobernaba sobre una zona de la ciudad. Quetzulkan quedó sorprendido por la hospitalidad y la bondad de los residentes que vivían bajo su protección. En contraste con los vándalos que intentaron robarles, Vander representaba lo mejor de Zaun: un espíritu fuerte, pero generoso y compasivo.

A lo largo de su viaje, Quetzulkan y Zoe se encontraron con una variedad de personajes peculiares y fascinantes, cada uno con su propia historia y experiencia para compartir. Desde ingenieros locos hasta comerciantes astutos y artistas callejeros talentosos, la diversidad de la población de Zaun les brindaba una visión única de la vida en esta ciudad vibrante y en constante evolución.

Después de compartir un momento de camaradería y gratitud con Vander y los residentes de la taberna, Quetzulkan y Zoe continuaron su viaje, adentrándose en las zonas menos pobladas y más desconocidas de Zaun. A medida que avanzaban, cada paso los llevaba más profundo en los secretos y misterios de la ciudad, desafiándolos a explorar más allá de lo conocido y descubrir los verdaderos corazones de aquellos que llamaban a Zaun su hogar.

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Quetzulkan y Zoe atravesaban las zonas desérticas y contaminadas de Zaun, un lugar donde el aire estaba perpetuamente cargado de smog y las toxinas se infiltraban en cada rincón. Para Quetzulkan, la adaptación fue un proceso gradual. Sus pulmones aprendían a tolerar la atmósfera venenosa, y su cuerpo se volvía más resistente al ambiente hostil. En contraste, Zoe, con su magia, parecía casi inmune a las condiciones adversas; la toxicidad y el smog no parecían afectarle en absoluto, lo que la hacía brillar aún más en medio de la penumbra de Zaun.

Durante su viaje, se encontraron con diversos vándalos y criminales, a quienes no dudaron en enfrentar. Quetzulkan, con su fuerza y habilidad, y Zoe, con su magia deslumbrante, formaban un dúo formidable, capaz de hacer frente a cualquier amenaza.

Sin embargo, no todo en Zaun era desolación y peligro. Mientras exploraban algunas de las comunidades más agradables y acogedoras, se toparon con una pequeña familia que les dejó una impresión duradera.

La familia constaba de tres integrantes. La madre era una ingeniera talentosa, cuya pericia y dedicación habían sido fundamentales para el bienestar de su comunidad. Trabajaba incansablemente, utilizando su conocimiento para mejorar las condiciones de vida de sus vecinos. En contraste, el padre yacía enfermo y débil, víctima de un accidente en una de las muchas fábricas de Zaun. Su salud se deterioraba a medida que los días pasaban, y su sufrimiento era evidente para todos los que lo rodeaban.

La hija de la familia, una niña llena de energía y vitalidad, contrastaba fuertemente con la tristeza que llevaba en su corazón debido al estado de su padre. A pesar de su dolor, intentaba mantenerse fuerte.

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La niña llamada Zeri. Desde su nacimiento, Zeri había mostrado habilidades eléctricas únicas que la conectaban con la energía bruta de Zaun, un don que la hacía destacar entre los demás.

Cuando Zeri vio a Zoe flotar y usar su magia, una chispa de esperanza iluminó sus ojos. Creyendo que la magia podría curar a su padre moribundo, se acercó a Zoe sin vacilación y le pidió ayuda con desesperación en su voz. Conmovidos por la sinceridad y la inocencia de la niña, Zoe y Quetzulkan decidieron ayudarla sin dudar.

Al llegar a la casa de Zeri, encontraron al padre en un estado lamentable. Su vitalidad estaba tan deteriorada que Zoe, tras evaluarlo, confesó que no podía hacer nada para salvarlo. La noticia destrozó a Zeri, quien rompió en llanto, sintiendo que toda esperanza se había desvanecido. Sus sollozos atrajeron a su madre, quien, temiendo lo peor, corrió armada para proteger a su hija.

Sin embargo, al comprender la situación, la madre de Zeri se disculpó con Quetzulkan y Zoe por el malentendido. Juntos, lograron calmar a la pequeña Zeri, que seguía llorando desconsolada. Quetzulkan, tocado por la desesperación de la niña, propuso una solución. Explicó que, siendo un vastaya vinculado a la naturaleza y talentoso en el uso de la magia natural y espiritual, podría intentar ayudar al padre de Zeri.

Con lágrimas en los ojos, Zeri se ofreció a hacer lo que fuera necesario para salvar a su padre. Quetzulkan, con una sonrisa amable, acarició la cabeza de la niña y le aseguró que no necesitaba hacer nada a cambio. Su única intención era ayudar, impulsado por la pureza y el amor que veía en Zeri.

Quetzulkan se preparó, invocando la magia de la naturaleza y los espíritus que lo acompañaban. Su energía fluyó a través del cuerpo del padre de Zeri, trabajando para restaurar su salud deteriorada. La familia observó con esperanza y gratitud, viendo cómo la vitalidad comenzaba a regresar al hombre. Aunque el proceso no fue inmediato, el cambio fue notable, y una chispa de vida regresó a sus ojos.

La familia se unió en agradecimiento a Quetzulkan y Zoe, quienes habían traído un rayo de esperanza en medio de la adversidad. Zeri, con su espíritu revitalizado, prometió usar sus habilidades para ayudar a otros, inspirada por la bondad y el sacrificio que había presenciado. Así, en medio de las sombras de Zaun, brilló una luz de esperanza, demostrando que incluso en los lugares más oscuros, el amor y la bondad pueden prevalecer.

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Quetzulkan y Zoe se despidieron de la familia de Zeri, dejando atrás una comunidad agradecida y llena de esperanza renovada. Sin embargo, mientras se alejaban, escucharon a lo lejos la voz de un maleante zaunita que, sin preocupación por ser escuchado, anunciaba a sus cómplices que el plan estaba en marcha. Pronto esclavizarían a una pequeña comunidad para conseguir nuevos trabajadores para sus fábricas y minas.

Al comprender que se referían a la comunidad de Zeri, Quetzulkan y Zoe intercambiaron una mirada de determinación. Sin perder tiempo, Zoe creó un portal, y en un instante ambos se encontraban nuevamente en la comunidad que acababan de dejar. Pero la escena que encontraron era desoladora: las llamas consumían las casas y los gritos de los heridos resonaban en las calles.

Entre el caos, vieron a los maleantes capturando y amarrando a los residentes. Sin dudar, Quetzulkan y Zoe se lanzaron al combate, utilizando sus habilidades para liberar a los prisioneros y derrotar a los atacantes. De repente, una explosión de electricidad y magia surgió de la casa de Zeri.

Quetzulkan y Zoe, preocupados, se dirigieron rápidamente hacia el origen de la explosión. Al llegar, encontraron a Zeri en el centro de la devastación, irradiando una intensa cantidad de magia. La energía descontrolada era peligrosa tanto para ella como para su familia.

Quetzulkan, sin vacilar, entró en la casa o lo que quedaba de ella y abrazó a Zeri, permitiendo que la magia de la niña chocara contra su cuerpo. Su conexión con la naturaleza y los espíritus le permitió absorber y calmar la energía desbordante de Zeri. Poco a poco, la niña se fue tranquilizando hasta que finalmente se desmayó en los brazos de Quetzulkan.

Mientras Zoe atendía a los heridos y ayudaba a extinguir las llamas, Quetzulkan llevó a la inconsciente Zeri a un lugar seguro. La comunidad, aunque golpeada por el ataque, se unió una vez más para reconstruir y sanar. Quetzulkan y Zoe se quedaron el tiempo necesario para asegurar que todos estuvieran a salvo y el peligro hubiera pasado.

La familia de Zeri, agradecida más allá de las palabras, prometió no olvidar jamás la ayuda recibida. Zeri, cuando despertó, encontró a Quetzulkan a su lado, quien le aseguró que estaría bien y que su poder, aunque grande, podía ser controlado con práctica y guía.

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Quetzulkan y Zoe se despidieron de la familia de Zeri y comenzaron a alejarse de la comunidad, pero la preocupación por el estado de la pequeña comunidad y la posibilidad de futuros ataques lo atormentaba. Quetzulkan no quería abandonar a la familia de Zeri ni a sus vecinos, pero también sabía que debía regresar a su tierra natal. En medio de su dilema, tuvo una idea que podría cambiar por completo la percepción de Zaun para el mundo. Sin importarle las repercusiones, decidió llevarla a cabo.

Mientras la comunidad aún se recuperaba, Quetzulkan se reunió con sus miembros y les propuso algo extraordinario: mejorar su estilo de vida y crear un lugar que los protegiera de los males de Zaun. Sin embargo, les advirtió que debían utilizar este don para ayudar a los necesitados. La comunidad aceptó de inmediato, agradecidos por la ayuda que Quetzulkan y Zoe les habían brindado al expulsar a sus enemigos.

La propuesta de Quetzulkan era hacer crecer árboles en Zaun, una idea que conmocionó a los zaunitas. Con el suelo contaminado de Zaun, hacer crecer plantas parecía imposible. Pero Quetzulkan, en sintonía con la naturaleza y bendecido por Ivern, el Padre Árbol, sabía que podía lograrlo. Explicó que para él, que estaba en sincronia con la naturaleza, esto no era nada.

Con determinación, Quetzulkan puso sus manos en los fríos suelos de Zaun y canalizó su magia. Logró hacer crecer algunas plantas, pero sabía que no era suficiente. Continuó generando magia, esforzándose por hacer crecer árboles. Entonces, los tatuajes, o mejor dicho, la pintura roja que Zoe había pintado en su cuerpo como broma días antes, comenzaron a brillar intensamente.

Una suave brisa recorrió la pequeña comunidad, algo inusual en el ambiente tóxico de Zaun. Los residentes, como si algo los llamara, levantaron la vista al cielo y vieron una paloma blanca que se transformó en Janna, la diosa que cuida de las ciudades gemelas Piltover y Zaun. Janna, con su aura etérea y cabello flotante como si estuviera siempre en una brisa, se presentó como la entidad protectora de las ciudades.

Algunos zaunitas se arrodillaron sorprendidos, mientras otros permanecieron sin habla. Quetzulkan, en contraste, parecía confundido. Janna explicó que las marcas de pintura en su cuerpo estaban hechas especialmente para rituales e invocaciones. Cuando Quetzulkan usó demasiada magia, había logrado llamarla sin saberlo. Luego, Janna dirigió su mirada a Zoe, el Aspecto del Crepúsculo. Temerosa de que alguien pudiera robarle su lugar como diosa de Piltover y Zaun, Janna habló cautelosamente con Zoe. Pero Zoe, alegre y vivaz como siempre, la tranquilizó diciendo que no tenía intención de tomar su lugar.

Después de algunas palabras de explicación y comprensión mutua, Janna estuvo de acuerdo con el plan de Quetzulkan. Juntos, comenzaron a trabajar en la creación de un bosque en Zaun. Utilizando su magia, Quetzulkan y Janna lograron hacer crecer árboles mágicos que reemplazaban el smog y los gases tóxicos de Zaun por aire puro y natural. Sin embargo, este proceso consumía una gran cantidad de magia.

Quetzulkan, decidido a que el bosque durara poco si él no estaba cerca, entonces suministró enormes cantidades de su propia magia para asegurar que los árboles pudieran mantenerse por sí mismos en el futuro. Zoe, con su vasto poder, también ayudó, garantizando que los árboles tuvieran suficiente magia para durar solos por varios años.

A pesar de ser una diosa, Janna confesó que no le quedaba mucho poder, ya que había perdido muchos creyentes. Su poder provenía de la fe de sus seguidores, y con el tiempo, muchos en Zaun y Piltover habían dejado de creer en ella. Sin embargo, con lo que Quetzulkan había hecho, un cambio comenzó a gestarse. La presencia de Janna, ayudando activamente a la comunidad, grabó su imagen en la mente de los zaunitas, lo que prometía renovar y fortalecer su fe en ella.

El bosque mágico comenzó a transformarse en un santuario, un refugio en medio de la desolación de Zaun. Los árboles, alimentados por la magia de Quetzulkan, Zoe y Janna, comenzaron a crecer más robustos, sus hojas brillando con una luz suave y purificadora. Los residentes de la comunidad, maravillados, comenzaron a respirar el aire puro que reemplazaba al tóxico smog al que estaban acostumbrados.

La familia de Zeri, especialmente, estaba agradecida. Zeri, aún recuperándose del uso excesivo de su magia, miraba el nuevo bosque con asombro. Para ella, ver el poder de Quetzulkan y la magia de la naturaleza en acción era inspirador. Su madre, la ingeniera, comenzó a trabajar en nuevas formas de integrar la tecnología con este milagroso entorno natural, buscando maneras de mejorar aún más la vida de su comunidad.

Con el tiempo, la historia del bosque mágico y la intervención de Quetzulkan, Zoe y Janna se extendió más allá de Zaun. Otros habitantes de las ciudades gemelas comenzaron a escuchar sobre el santuario, despertando la curiosidad y la esperanza en corazones que antes solo conocían desesperación.

El bosque se convirtió en un símbolo de resistencia y renovación, mostrando que incluso en el lugar más contaminado y oscuro, la vida y la esperanza podían florecer. La fe en Janna comenzó a resurgir, y aunque su poder aún estaba limitado, el aumento de nuevos creyentes empezó a restaurar su fuerza.

Quetzulkan, sabiendo que había dejado un legado duradero, finalmente se sintió en paz con la idea de regresar a su tierra natal. Antes de irse, aseguró a la comunidad que siempre podrían contar con él y Zoe si alguna vez necesitaran ayuda nuevamente. Zoe, con su naturaleza juguetona pero profunda, también prometió regresar para ver cómo estaban progresando.

El día de la partida llegó, y Quetzulkan y Zoe se despidieron de la comunidad bajo el manto del bosque mágico. La familia de Zeri, con lágrimas de gratitud, prometió cuidar del bosque y seguir el ejemplo de bondad y protección que Quetzulkan les había mostrado.

Mientras Quetzulkan y Zoe se alejaban, una vez más a través de un portal creado por Zoe, miraron hacia atrás una última vez. El bosque brillaba con una luz serena, y las risas de los niños y los sonidos de una comunidad reconstruida resonaban en el aire purificado.

Zaun, conocido por su decadencia y contaminación, ahora tenía un lugar de pureza y esperanza. Y aunque el camino hacia la completa renovación sería largo, la primera semilla había sido plantada, y con ella, la promesa de un futuro mejor. Quetzulkan y Zoe sabían que, sin importar dónde los llevara su próximo viaje, siempre llevarían consigo el recuerdo de esa pequeña comunidad y el bosque mágico que había cambiado el destino de Zaun para siempre.


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