Después de algunas semanas desde su llegada a Placidium, Quetzulkan se encontraba inmerso en el riguroso entrenamiento proporcionado por la milicia de Ionia. Aunque las lecciones eran valiosas, su talento natural y su experiencia previa en combate le otorgaban una ventaja distintiva. Rápidamente se destacó entre sus compañeros reclutas, demostrando habilidades excepcionales que llamaron la atención de sus superiores.
Su progreso fue notable, ascendiendo de rango con rapidez y eficacia. Pronto, Quetzulkan se encontró bajo la tutela directa del venerado Maestro Yi, líder del Consejo Kinkou y una leyenda viviente en Ionia. La oportunidad de ser entrenado personalmente por él fue un honor sin igual y una prueba del potencial innato de Quetzulkan como guerrero.
Bajo la guía del Maestro Yi, Quetzulkan no solo se enfocó en perfeccionar sus habilidades de combate, sino también en cultivar la disciplina interior y la armonía espiritual. A través de las enseñanzas del maestro, aprendió la importancia del equilibrio en todas las cosas: en el combate, en la vida cotidiana y en su propio ser.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, mientras Quetzulkan se sumergía cada vez más en su entrenamiento. Cada sesión con el Maestro Yi era una oportunidad para absorber sabiduría y mejorar sus técnicas. La relación entre maestro y aprendiz floreció, tejiendo un vínculo basado en el respeto mutuo y la búsqueda constante de la excelencia.
A medida que pasaba el tiempo, Quetzulkan comenzó a interiorizar los principios fundamentales del Kinkou: la justicia, la disciplina y la preservación del equilibrio en el mundo. Se esforzaba por aplicar estos valores no solo en su entrenamiento, sino también en su vida diaria, buscando ser un ejemplo de honor y rectitud para su pueblo y su tierra.
Sin embargo, el camino del guerrero no estaba exento de desafíos. A medida que su entrenamiento avanzaba, Quetzulkan se enfrentaba a pruebas cada vez más difíciles, tanto físicas como mentales. Pero con determinación inquebrantable y la guía sabia del Maestro Yi, enfrentaba cada obstáculo con coraje y perseverancia, convirtiéndose en un guerrero aún más formidable con cada desafío superado.
A medida que el sol se ponía en el horizonte y laluna ascendía en el cielo, Quetzulkan continuaba su viaje hacia la maestría,sabiendo que el camino hacia la perfección era largo y arduo, pero que cadapaso lo acercaba más a convertirse en el guardián que Ionia necesitaba en sushoras más oscuras.
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Después de tres largos meses de espera, el día tan temido finalmente llegó. Los barcos de guerra de Noxus, conocidos como los "Navegantes Negros", fueron avistados en las costas de Ionia. La noticia se extendió como un reguero de pólvora, provocando conmoción y temor entre los habitantes de la isla. Incluso algunos de los ancianos de Ionia, quienes habían vivido tiempos de guerra y paz, se vieron afectados por el inminente peligro que se cernía sobre su hogar.
Sin embargo, en medio del caos y la incertidumbre, Quetzulkan permaneció imperturbable. Junto con el Maestro Yi y otros valientes soldados, su corazón estaba lleno de una mezcla de ansiedad y emoción. Mientras algunos temían lo peor, él estaba ansioso por enfrentar a los invasores y proteger a su tierra con todo su ser.
A pesar de su deseo ardiente de lanzarse directamente al combate, Quetzulkan sabía que debía contenerse. Reconoció que su impulso de enfrentarse a los invasores era más una expresión de su espíritu guerrero que una estrategia sensata. Con la sabiduría del Maestro Yi guiándolo, entendió la importancia de la prudencia y la planificación en tiempos de conflicto.
Junto con el Maestro Yi y el resto de la milicia, Quetzulkan fue enviado a la costa para recibir a los invasores. Sin embargo, antes de partir, se les ordenó esperar pacientemente. Aunque Quetzulkan estaba listo para el combate, comprendió la necesidad de escuchar a los ancianos de Ionia, incluso aquellos que todavía clamaban por la paz en medio del caos.
Mientras esperaban en la costa, la tensión en el aire era palpable. Las olas golpeaban suavemente la orilla mientras los barcos de Noxus se acercaban lentamente. Los corazones de los soldados latían con fuerza, preparados para lo que fuera que el destino les deparara.
Finalmente, los barcos enemigos atracaron, y una sensación de solemnidad descendió sobre el grupo. La mirada de Quetzulkan se mantuvo firme, su determinación inquebrantable a pesar de la incertidumbre que se cernía sobre ellos.
Los líderes de Noxus descendieron de los barcos, y la tensión alcanzó su punto máximo. Sin embargo, en lugar de lanzarse al combate de inmediato, Quetzulkan y sus compañeros mantuvieron la compostura, siguiendo las órdenes de esperar y escuchar.
Los ancianos de Ionia, aunque preocupados y enojados por la invasión, comenzaron a dialogar con los líderes enemigos, buscando una solución pacífica incluso en medio del conflicto. Mientras tanto, Quetzulkan y los soldados permanecieron alerta, listos para defender su tierra si fuera necesario, pero también dispuestos a escuchar las palabras de sabiduría de sus mayores.
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La ilusión de paz se desvaneció en un instante al concluir la reunión entre los ancianos pacifistas de Ionia y los comandantes noxianos. En lugar de un acuerdo diplomático, lo único que emergió de la tienda de campaña de Noxus fue el penetrante olor metálico de la sangre y las cabezas decapitadas de los antiguos ancianos de Ionia, exhibidas como trofeos macabros por los invasores. El horror y la desesperación se apoderaron del ejército de Ionia, sumiéndolos en un caos frenético.
Sin embargo, en medio del tumulto, la figura serena y sabia del Maestro Yi emergió como un faro de esperanza entre la oscuridad. Con su presencia calmó las turbulentas aguas del pánico, infundiendo coraje y determinación en las filas desorganizadas de los soldados de Ionia. Con una sola orden suya, la disciplina fue restaurada y las tropas se prepararon para enfrentar la furia de los invasores.
La batalla entre Ionia y Noxus se desató con una furia implacable, y la primera embestida noxiana fue solo el preludio de un conflicto que amenazaba con devorar todo a su paso. Aunque el enfrentamiento inicial fue breve, su ferocidad dejó una estela de destrucción y muerte en la playa donde las fuerzas ionianas estaban estacionadas.
Mientras el estruendo de la batalla resonaba en el aire, más barcos noxianos se unieron al asalto, descargando legiones de soldados sedientos de sangre en las costas de Ionia. La visión de las fuerzas enemigas aumentando en número a medida que descendían por las rampas de los barcos era desalentadora, un recordatorio sombrío de la lucha desigual que enfrentaban los defensores de Ionia.
Ante la imposibilidad de resistir el embate enemigo, el Maestro Yi tomó una decisión difícil pero necesaria: ordenar la retirada. Con una orden serena pero firme, el Maestro Yi instó a sus tropas a retirarse estratégicamente, buscando preservar lo que quedaba de su fuerza y prepararse para la próxima fase del conflicto.
Mientras el ejército de Ionia se retiraba, Quetzulkan permaneció en el frente de batalla, enfrentándose valientemente a las hordas noxianas que avanzaban sin cesar. Su determinación era inquebrantable, y se mantuvo firme incluso cuando sus compañeros de armas se retiraban a salvo.
Sin embargo, la marea de soldados noxianos parecía interminable, como una plaga implacable que continuaba llegando sin descanso. A medida que la situación se volvía cada vez más desesperada, Quetzulkan se vio rodeado por el enemigo, enfrentando una lucha desigual contra una multitud abrumadora.
En ese momento crítico, el Maestro Yi acudió en ayuda de Quetzulkan, demostrando una vez más su habilidad y valentía en la batalla. Juntos, lucharon con ferocidad, utilizando sus habilidades y destrezas para abrirse paso a través de las filas enemigas y salir ilesos del cerco mortal.
Las poderosas escamas y los reflejos ágiles de Quetzulkan le valieron una reputación formidable en la batalla, mientras luchaba con una habilidad y determinación que dejaban asombrados incluso a sus compañeros de armas. A pesar de la sangre derramada a su alrededor, Quetzulkan emergió ileso, su integridad física y su reputación intactas.
Para detener la persecución implacable de los noxianos, Quetzulkan utilizó su magia de naturaleza con maestría, haciendo que los árboles circundantes crecieran hasta formar una muralla natural que obstaculizó temporalmente el avance enemigo. Sin embargo, sabía que era solo una medida temporal, y que la verdadera batalla aún estaba por llegar.
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El ejército ionio escapó frenéticamente de la playa, con el aliento agitado y los corazones palpitando con el peso de la derrota. Cuando parecía que habían dejado atrás a sus perseguidores, una sensación de alivio fugaz se apoderó de ellos. Sin embargo, su respiro apenas fue un suspiro en el vasto caos de la guerra.
Quetzulkan, aún impregnado de energía y determinación, observó con pesar el panorama desolador que se cernía sobre ellos. De los miles de soldados que una vez marcharon hacia la batalla, ahora solo quedaban unos pocos cientos, la mayoría heridos de gravedad y exhaustos por el combate. Entre el grupo debilitado, Quetzulkan percibió el movimiento furtivo de un soldado que se alejaba sigilosamente.
Con sospecha y determinación, seguí al soldado con cautela, cada paso lleno de precaución ante la posibilidad de un espía noxiano infiltrado entre sus filas. Sin vacilar, lo atrapé rápidamente por el cuello, asegurándome de mantenerlo sujeto mientras lo arrastraba de vuelta hacia el grupo del ejército. La resistencia del soldado era evidente, pero no lo suficiente para desafiar mi fuerza.
Sin embargo, mi sorpresa creció cuando el soldado, con una agilidad sorprendente, intentó liberarse de mi agarre. Su cuerpo se contorsionó como una serpiente, tratando desesperadamente de escapar de mi control. A pesar de sus esfuerzos, su resistencia resultó inútil ante mi determinación de mantenerlo bajo custodia.
Fue entonces cuando el Maestro Yi se unió a la escena, su presencia tranquila y sabia irradiando calma en medio del caos. Con una simple mirada, me indicó que soltara al prisionero, sorprendiéndome con su reacción aparentemente despreocupada ante la posibilidad de que el soldado fuera un espía.
A pesar de mi incredulidad, accedí a la orden del Maestro Yi, liberando al soldado con precaución. Sin embargo, mi cautela fue recompensada cuando el prisionero intentó atacarme con una patada dirigida a mi rostro. Con reflejos rápidos, atrapé su pierna antes de que pudiera alcanzarme, frustrando su intento de agresión.
La confrontación continuó mientras el soldado desesperado intentaba infligir daño, pero sus esfuerzos fueron en vano contra mi resistencia y mis escamas protectoras. Mientras tanto, el Maestro Yi observaba con una mezcla de calma y ligero entretenimiento, recordándome la urgencia de la situación y la importancia de no perder tiempo en enfrentamientos innecesarios.
"Detente ahora mismo, Akali", fueron las palabras del Maestro Yi, rompiendo el breve enfrentamiento con su autoridad calmada pero firme.
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Después de la breve reprimenda de Maestro Yi, Akali, la joven ninja, se detuvo, cruzando los brazos en un gesto de desafío y resistencia. A continuación, Maestro Yi procedió a presentar a Akali a Quetzulkan, destacando su potencial como una futura figura prominente en el mundo de las artes ninja. Luego, dirigió su atención hacia Quetzulkan, elogiándolo como su reciente estudiante, el mejor de su clase, dotado de una fuerza impresionante y habilidades destacadas.
Ante estas presentaciones, se produjo un breve silencio, interrumpido solo por el sonido de la brisa que soplaba suavemente. Fue Akali quien rompió el silencio al quitarse el casco, revelando su rostro juvenil, adornado con cabello negro y ojos del color de la sangre. Una mueca de burla danzaba en sus ojos mientras dirigía su mirada hacia Quetzulkan.
"Debes ser el fortachón del que tanto se habla", comenzó Akali con un tono despectivo. "Aunque te ves más viejo de lo que dicen. Seguramente eres solo un bravucón con poco cerebro".
Quetzulkan respondió con una burla igualmente afilada. "Tú debes ser la destacada ninja, pero de ninja no tienes nada. Es tan fácil verte escabullirte tan torpemente. Fue tan simple atrapar a una conocida genio".
Las palabras de Quetzulkan provocaron una reacción inmediata de Akali, quien expresó su molestia ante la falta de respeto del guerrero. "Aparte de estúpido, eres un ciego. ¿Cómo es posible que trates así a una dama?", replicó con un dejo de indignación.
"Ja, dama dices", respondió Quetzulkan con desdén. "¿Dónde está? No la veo. Lo único que veo aquí es a una niña que juega a ser ninja".
Antes de que la situación pudiera intensificarse aún más, Maestro Yi intervino, deteniendo el enfrentamiento con una sonrisa juguetona en su rostro. "Es agradable ver que la genio ninja finalmente ha hecho un amigo", comentó con una pizca de diversión. "Shen estará complacido de que su aprendiz finalmente se relacione con personas y no solo con sus kunais".
A pesar de su visible molestia, Akali permaneció en silencio, esperando las siguientes instrucciones de Maestro Yi para lo que se avecinaba. Mientras tanto, Quetzulkan observaba la escena con una mezcla de incredulidad y curiosidad, preguntándose qué otras sorpresas les deparaba el tumultuoso mundo de la guerra.
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Maestro Yi no perdió ni un instante. Con la urgencia palpable en el aire, ordenó a Akali que procediera con la información recopilada, asegurándose de que fuera enviada al Placidium con la mayor rapidez posible. En cuanto al ejército, agotado después del enfrentamiento, se vio obligado a continuar avanzando para llegar a un lugar seguro donde pudieran curar sus heridas. A Quetzulkan, Maestro Yi le encomendó la tarea de detener la persecución con su magia, una labor crucial en medio del caos que se avecinaba.
Después de días de viaje, Akali volvió a hacer su aparición, portando noticias que no parecían prometedoras para la capital de Ionia. Cuando informó a Maestro Yi sobre los acontecimientos, este último guardó silencio, leyendo con detenimiento los informes. Al final, solo suspiró con pesar, lo que dejó a Quetzulkan y Akali ansiosos por saber qué sucedía.
Finalmente, Maestro Yi compartió el contenido del informe con ellos. Lo que revelaba era peor de lo que habían imaginado. Los barcos de guerra de Noxus que habían llegado por la costa donde se había estacionado el ejército resultaron ser solo una distracción. La verdad era que Noxus ya había invadido Ionia. Los informes indicaban que los ejércitos noxianos se habían dispersado por todo el territorio, atacando los pueblos circundantes. Pero lo que más impactó a Quetzulkan fue ver el nombre de su propio pueblo entre los lugares atacados.
Con el corazón lleno de angustia y determinación, Quetzulkan apenas prestó atención a las palabras de Maestro Yi mientras este intentaba detenerlo. Ignorando cualquier intento de persuasión, Quetzulkan salió corriendo en dirección a su pueblo natal, impulsado por la urgencia de proteger a su gente.
Akali, siguiendo las órdenes de Maestro Yi, se aferró a Quetzulkan mientras él se preparaba para volar hacia su destino. Aunque al principio Quetzulkan se sintió molesto por su presencia, comprendió rápidamente la utilidad de tener a alguien que lo ayudara con los heridos que pudieran encontrar en el camino.
El vuelo fue rápido y frenético, con Quetzulkan surcando los cielos con una velocidad impresionante. Con Akali asegurada a su cola para evitar que se cayera, se dirigieron hacia el humo que se alzaba en la distancia, señalando la ubicación de su pueblo. El corazón de Quetzulkan latía con fuerza mientras se preparaba para lo que encontraría allí. A medida que se acercaban, la devastación se volvía más evidente. El humo se elevaba en espirales ominosas sobre los restos de los edificios quemados.