—Santo Enviado —a las 4 a.m., en el Club de los Cinco Lagos.
Fabian Percival y Devlin estaban arrodillados en el suelo.
En frente de ellos se encontraba un hombre del Este con una expresión indiferente.
El hombre estaba en sus veintes, pero había una frialdad en su rostro que no correspondía con su edad.
Frente a este hombre, tanto Fabian Percival, quien había luchado contra innumerables adversidades durante décadas, como el astuto Devlin, eran completamente respetuosos.
Incluso teñidos con un rastro de pánico.
—Su actuación ha decepcionado enormemente a la matrona —dijo el hombre ligeramente mientras ajustaba su puño despreocupadamente—. En la última reunión, alguien ya propuso reemplazar a ambos por alguien más.
—Santo Enviado... —el miedo estaba escrito en toda la cara de Fabian Percival, e incluso su habla se volvió algo confusa.
¡Una vez que se volvían inútiles, lo único que les esperaba era la muerte!
Ser reemplazado significaba ser enviado a la muerte.