El sol de la mañana brilló a través de la ventana a la mañana siguiente, brillando en los ojos de Lacey, casi cegándola, alertándola del comienzo de un nuevo día. Pero cuando se estiró, todo lo de la noche anterior volvió rápidamente.
Después de que Julien salió furioso, ella comió el bistec, la papa y las verduras que él le había traído. Al menos no la había tirado al suelo cuando la vio con la tableta. Había tenido tanta hambre que prácticamente se llenó de comida, sintiéndose casi como un pilluelo de la calle queriendo comer todo mientras pudiera.
Al menos él le había traído comida.
Ahora que estaban comprometidos, esta también era técnicamente su manada. Y si dejaba que la pasara por encima, el resto de la manada pensaría que estaba permitido. Con los lobos, se debe afirmar el dominio... o te conviertes en un subordinado. Y Lacey Taregan no era una subordinada.