Ari se había quedado dormida de camino a casa, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta. Pero la falta de sueño y el continuo movimiento de Grayson acariciando su pelo, hicieron que fuera inevitable. Ahora que estaba con él de nuevo, el mundo podría desmoronarse y a ella no le importaría.
El estómago le dolía un poco, despertándola.
—¿Estás bien? —preguntó Grayson, con la voz llena de preocupación.
Ari asintió: —Me duele un poco el estómago, pero estoy bien. Sólo necesito descansar.
—Y comer —añadió Xavier, mirándola por el espejo retrovisor.
Ari se rió: —Bueno, eso es un hecho. —Pensó por un momento, queriendo redactarlo correctamente: —Xavier, Grayson, gracias a ambos por venir a mi rescate.
—Es un placer, mi señora —se burló Xavier.
—Sabes que movería cielo y tierra para llegar a ti —respondió Grayson, con la voz baja y ronca.
Xavier asintió: —Y no está exagerando.