Regresando a su residencia, la Reina de la Noche Eterna movió su mano, despidiendo a sus subordinados y dejando solo a Basil Jaak.
—Basil Jaak, tú... —Xenia Wendleton miró preocupadamente a Basil Jaak, sin saber qué tenía en mente esta enigmática mujer rubia para él.
Con una sonrisa tenue, Basil Jaak tranquilizó a Xenia:
—No te preocupes, esta mujer no puede hacerme daño.
A pesar de su fuerte renuencia, Xenia fue escoltada fuera.
En la habitación, solo quedaban Basil Jaak y la Reina de la Noche Eterna, volviendo la atmósfera tensa extrañamente extraña.
Reclinándose con su mano apoyada bajo su cabeza, la Reina de la Noche Eterna yacía en el sofá, una sonrisa seductora jugueteaba en sus labios. Mientras tanto, Basil Jaak se mantenía erguido, con las manos atadas, su mirada vagando groseramente sobre el cuerpo de la Reina.
—¿Crees que te sacaría los ojos? —La Reina de la Noche Eterna levantó la cabeza, su amenaza jocosamente cubierta de risa hacia Basil Jaak.