```
Dentro de los opulentos muros de su fortaleza de marfil, la Reina Blanca custodiaba un vasto tesoro de botines saqueados de adversarios derrotados. Las sagradas salas resonaban con el silencioso esplendor de innumerables objetos de arte, artefactos mágicos y riquezas incalculables, meticulosamente dispuestos para realzar la belleza etérea de la ciudadela.
En medio de esta riqueza, la propia Reina Blanca se erigía como el epítome de la autoridad y el prestigio regios. Adornada con sus símbolos habituales de poder, cada paso que daba desprendía un aire de mando incontestable.
Uno de dichos artefactos, el codiciado [Orbe de la Dominación], permanecía perpetuamente en su poder, sirviendo como un testimonio tangible de su dominio. Su superficie resplandeciente, imbuida de energía arcana, reflejaba el esplendor de su reino, y lo consideraba con posesividad inquebrantable.