—¡Idiota! ¿Por qué has mostrado tu rostro? ¡Te dije que tuvieras cuidado! Ahora es imposible sacarte con todos los guardias aquí. ¿¡Qué vamos a hacer ahora?! —la voz de Lamir era tan fuerte al regañar a Evie, pero podría ser invisible, porque Ren únicamente prestaba atención al rostro esculpido en hielo de Evie.
Estaba sentada en un taburete junto a la ventana. Sus delgados dedos jugaban con la taza de té. Y como siempre, la concentración de Ren estaba toda confundida, gracias a ella.
Piel pálida como la nieve pero suave como la seda y casi frágil como porcelana. Rostro ovalado e impecable emparejado con una nariz recta y labios delgados y rosados. Y esos ojos. Qué increíblemente maravilloso par de ojos plateados, casi como la luna, pero a veces se tornaban blancos con la luz como la primera nieve del invierno.
—Ren... —Evie se sorprendió al principio. Pensó que simplemente estaba alucinando.