—No es mi pierna... —Evie no había nacido ayer, no para saber lo que Ren quería decir. Se sentía tanto avergonzada como complacida de que un gran bloque de hielo como Ren respondiera ante ella.
A veces... no, a menudo, Evie sentía que Ren era demasiado serio como para seducir. Las mujeres se sentirían avergonzadas de siquiera acercarse a él cuando les lanzaba su mirada gris característica, fría como una tormenta invernal. Era demasiado centrado en sus objetivos y parecía muy indiferente hacia las mujeres.
—¿Quién iba a decir que él también podía excitarse? —Después de todo, era un hombre. Evie reflexionaba para sí misma.
—Pero... —La cara de Evie se puso roja, su cabeza mareada por el calor... —¿pero no era él demasiado grande?
—... Me pregunto si cabrá. —Pensó Evie, y se contuvo un gemido de manera refleja cuando Ren empezó a moverse.