Roy giró lentamente su mirada hacia el comandante, sus ojos fríos como el hielo y igualmente penetrantes. Con una sonrisa irónica en los labios, dijo —No necesitas entender. Digo, ¿de qué le serviría este conocimiento a un cadáver?
Las palabras resonaron en el silencio estupefacto que había envuelto los alrededores, haciendo sonar un acorde de miedo en el corazón de muerto viviente del comandante. No había conocido el miedo desde que fue bendecido con la inmortalidad, pero esto... esta vez, era diferente. Sentía como si su perdido corazón humano hubiera revivido, palpitar salvajemente en la jaula de su pecho, pulsando con terror puro, un terror que parecía echar raíces profundamente en su misma alma, todo por culpa de Roy.
¡Snap! El sereno silencio se quebró cuando un ruido ácido llenó el aire.
La muñeca del comandante había sido quebrada limpiamente como si fuera una rama bajo el implacable agarre de Roy.