Motivado por un intenso deseo de aprender rápidamente y con destreza los secretos necesarios para lograr la habilidad estimada de la Alquimia Divina, Roy se sumergió completamente en los tomos que el Señor Obsidiana le había otorgado.
En las páginas de esos dos tomos yacía un auténtico tesoro de conocimiento que Roy absorbía con avidez. Estos no solo le enseñaron el complejo proceso de absorber la energía del sol y de la luna y fusionarlas para crear energía mental, sino también el arte de manipularla a su voluntad.
Dejando a un lado el segundo tomo, los ojos de Roy se encendieron con excitación. Una sonrisa se extendió por su atractivo rostro, y se susurró a sí mismo incrédulo:
—Lo he logrado. He dominado los tomos y cumplido con todos los requisitos para practicar la Alquimia Divina. ¡Finalmente puedo alcanzar lo que he estado persiguiendo!.