—¿No? ¿De qué hablas, Clyde? —preguntó Dora—. ¿Estás diciendo que no me echaste de menos?
—¡S-sí te eché de menos! —respondió Clyde, porque tenía la sensación de que si respondía de otra manera, moriría una muerte muy miserable.
—¿De verdad?
—¡Sí! Te eché mucho de menos. De hecho, me estoy arrepintiendo de mi decisión de apartarte. Si solo me hubiera hecho responsable después de dejarte embarazada, entonces los tres, junto con nuestro hijo, habríamos vivido vidas muy felices.
La sonrisa enloquecida desapareció del rostro de Dora mientras miraba al segundo hijo del barón con una mirada serena.
Por alguna razón, Lux podía sentir que la Dora actual era más peligrosa que la que había visto antes. Era como si la sonrisa enloquecida de antes fuera solo una fachada de algo más siniestro que se escondía en lo profundo de su corazón.
—¿Te arrepentiste de aquel momento en que perdimos a nuestro hijo? —preguntó Dora con calma.