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No había un patrón en las ciudades que estaban siendo destruidas. Todas eran tan aleatorias. Lo único en común era que todas estaban muy pobladas.
Para estar un paso adelante de los demás, Gabriel decidió probar otro método.
Ordenó a todos los No Muertos en el ejército que se dispersaran, cada uno de ellos yendo a una ciudad diferente.
No importaba cuál ciudad fuera atacada, el No Muerto asignado a esa ciudad podría contactar inmediatamente a los Generales e incluso tal vez resistir hasta que llegaran.
Según sus instrucciones, todos los Soldados No Muertos partieron solos, para tomar sus posiciones.
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Tres días más pasaron, y algunas ciudades más fueron destruidas. Sin embargo, finalmente en el cuarto día, Gabriel recibió información del General que siempre los seguía.
—¡Lo encontré! —exclamó Gabriel, mientras levantaba su mano derecha, creando otra palabra que no había usado antes.