Junto con los serenos ruidos de granos de tierra cayendo, Kaizen sintió una gran presión en el aire, como si algo estuviera a punto de explotar. Se giró y vio que el guardián del bosque se había movido un poco de su posición después de estar tanto tiempo parado. Ahora el guardián estaba de pie, su armadura brillando intensamente.
—No te atrevas a hablarme de esa manera, extraño. He protegido este bosque durante siglos y no permitiré que nadie se burle de mi deber, incluso si es un visitante tan insensato como tú. Ahora, abandona este lugar antes de que me vea obligado a tomar medidas drásticas —la voz resonó con un tono serio y amenazador.
Kaizen rápidamente levantó sus manos, mostrando que no tenía malas intenciones, pero no quitó su sonrisa sarcástica de su rostro. —Lo siento, no quise ofenderte. Solo quería ayuda, si era posible.
El guardián estuvo en silencio por unos momentos, como sopesando qué hacer. Finalmente, respondió: