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El tercer día antes del final de la semana, la mañana amaneció con un aura enigmática.
En lugar del usual resplandor carmesí ardiente, el cielo estaba teñido de tonos carmesíes inusualmente oscuros, dando la ilusión de atardecer.
Rowena, su silueta destacada contra el telón de fondo misterioso, caminaba con gracia hacia el estanque.
Su atuendo era una visión atractiva de simplicidad. La tela delgada y similar a la seda, de un suave tono de negro, se adhería a su cuerpo de manera que acentuaba su figura de reloj de arena.
Se derramaba sobre su generoso busto, cayendo hasta besar sus tobillos, revelando justo lo suficiente para dejar expuesta una pizca de su piel pálida e impecable.
—Ese es el Ojo de los Siete Infiernos, ¿eh? —La voz de Asher, rica y profunda, interrumpió la tranquilidad casi surrealista. De vuelta en la Tierra, la gente lo llamaría un Eclipse Solar y lo consideraría un mal día porque se decía que la energía demoníaca era más poderosa en ese momento.