En medio de la vasta extensión de Zalthor, el reino más poderoso de la región, el Reino Draconis se mantenía incólume.
En su corazón, colosales murallas se elevaban hacia los cielos, sus superficies grabadas con runas demoníacas que palpitaban con un resplandor inquietante.
Las murallas, aparentemente vivas, se mantenían tanto como defensa como advertencia, mientras que el cielo rojo sangre sobre ellas, surcado ocasionalmente por la silueta de wyverns rugientes, incrementaba el aura de temor del reino.
El reino en sí se extendía más allá de la vista sobre llanuras carbonizadas y montañas volcánicas intimidantes, cuyas cimas escupían fuego y ceniza, pintando el horizonte con matices de ira y pasión.
Las constantes erupciones bañaban los alrededores con un resplandor de otro mundo, las oscuras siluetas de esculturas dracónicas y altas torres proyectaban largas sombras sobre el suelo.