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El sonido del acero chocando resonó a través de un bosque, puntualizado por crudos gritos y una serie de maldiciones viciosas. Una tropa de Cazadoras de Rango C, todas mujeres, rodeaban a un grupo de orcos, que, a pesar de su enorme tamaño, estaban claramente en desventaja.
Las cinco figuras orcas, más grandes que cualquier humano, se retorcían y contraatacaban a sus atacantes. Su piel marrón y nudosa estaba resbaladiza con un fulgor de sudor y sangre, los músculos tensándose en una lucha desesperada por sobrevivir.
Helen, una mujer pequeña con rizos rojos fuego y ojos verdes esmeralda, blandía su espada larga de acero hacia un orco furiosamente, sus rasgos torcidos de disgusto. —Estas brutales bestias no merecen menos que un final lento y doloroso —siseó, asestando un golpe castigador a su adversario orc.