—¡Asher! —gritó ella, su voz entretejida con una mezcla de horror y determinación.
Sin un instante de vacilación, se lanzó desde su posición sobre la carne desgarrada, sus alas cortando el aire mientras descendía con velocidad terrorífica. El mundo a su alrededor parecía difuminarse y desaparecer, su enfoque solamente puesto en alcanzarlo antes de que fuera demasiado tarde.
Su rostro era una máscara de furia fría, una feroz determinación por salvar al hombre que no podía soportar perder, radiando de su ser.
Cuando se acercó a Asher, ni siquiera le dio una mirada a la mujer que estaba en el suelo.
Su único enfoque estaba puesto solo en él.
Rowena materializó su látigo en su mano, y con un movimiento rápido y fluido, golpeó a los tentáculos que aprisionaban a Asher.
Su golpe fue preciso y calculado, destinado a cortar las ataduras sin lastimarlo.
Con un solo golpe, los tentáculos comenzaron a soltar su agarre mientras se quemaban y convertían en cenizas.