Los ojos de Sabina estaban llenos de determinación, sus labios apretados en una línea fina mientras fruncía el ceño, la frustración grabada en su rostro.
Vió con creciente molestia y enojo cómo el Kraken diezmaba a sus soldados, dejando un rastro de destrucción a su paso.
Ella sabía que si la situación continuaba sin control, los Umbralfiendos avanzarían tierra adentro, explotando el caos causado por la monstruosa bestia. Las probabilidades ya estaban en su contra en esta batalla contra un enemigo que gobernaba los mares.
—¡No puede permitir que esta criatura los destruya tan fácilmente! —pensó.
Determinada a ralentizar el progreso del Kraken, Sabina blandió su Cadena de la Muerte y cargó hacia adelante. Con un poderoso movimiento de su muñeca, las oscuras cadenas corrosivas se enrollaron alrededor de los avanzados Umbralfiendos, agotando su fuerza vital y restringiendo su habilidad de usar maná.