Deslizándose silenciosamente a través de la vibrante hierba verde había otro rostro que nadie esperaba ver.
Una hermosa mujer con cabello negro azabache hasta la cintura, ojos verdes brillantes y la mitad inferior de una serpiente.
—¡Esa es ella, verdad...?
—¡La reina de la envidia!
—¡Rápido! ¡Guarda tus joyas en tu camisa!
No hace falta decir que la llegada de Leviatán de los siete pecados había puesto a todos en alerta.
Nadie quería arriesgarse a captar su atención y que uno de sus preciados objetos de repente 'desapareciera'.
—No recuerdo que fuéramos tan cercanos como para que me des apodos, Leviatán —dijo puntualmente la reina fénix.
Leviatán, sin embargo, parecía inmune al frígido comportamiento de Valencia mientras seguía sonriéndole.
—¿No sería este un buen momento para arreglar eso? Se supone que hoy es un día feliz, ¿sabes?
—¡Bien dicho! —exclamó una fuerte voz masculina.