—No tengo miedo —dijo Aiden mientras abría lentamente los ojos, asegurándose de que la luz cegadora ya no estuviera a la vista.
Al abrir los ojos, no sintió la necesidad de cerrarlos de inmediato. De hecho, sintió la necesidad de tenerlos abiertos por el resto de su vida.
—Guau...
Tan pronto como dijo eso, se llevó una mano a la boca como si no hubiera tenido la intención de decirlo, pero... no tuvo más remedio al ver la belleza de la persona frente a él.
Ella no era humana y, para ser completamente honesto, no tenía idea de qué raza era ya que nunca había visto tal criatura en su vida pasada.
La persona, o lo que fuera, que estaba frente a Aiden tenía la piel morada con un largo cabello blanco que casi iluminaba la habitación. Pero eso era solo el comienzo, pues lo que llevaba puesto aseguraba que mostrara todo lo que tenía.
Sus curvas, sus formas, su piel... todo era simplemente perfecto en esta persona. Era como si hubiera sido creada para ser perfecta.