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Jonathan tuvo un sueño extraño en el que sombras indistintas lo rodeaban, susurrando y señalándolo como si lo observaran. No podía distinguir lo que las sombras decían, pero sentía que no era nada bueno.
Los tenues susurros se desvanecieron, y se sintió como si estuviera envuelto en una sustancia espesa, incapaz de abrir los ojos o controlar su cuerpo, con su alma siendo arrancada de su envoltura.
Después de un tiempo desconocido, la sensación de que su alma se separaba desapareció y volvió a su cuerpo.
Las pestañas de Jonathan temblaron, y sus ojos se abrieron apenas un resquicio. Un rayo de luz entró en sus ojos, lo que lo hizo abrirlos un poco más. Vio una figura pálida y borrosa moverse frente a él.
—¿Estás enfermo...? —la figura pálida se acercó, mirándolo de cerca.
Demasiado cerca para ser cómodo, Jonathan instintivamente lanzó un puñetazo a la cara de la figura.