Con ambas manos metidas en sus bolsillos, el joven se acercó tranquilamente al hombre que estaba a unos metros de él.
Las figuras de todos los hombres a los que había enfrentado segundos atrás se retorcían en el suelo, varias partes de sus cuerpos hinchadas.
Muchos de ellos no pudieron evitar aspirar una bocanada de aire frío, una sola palabra pasaba por sus cabezas: monstruo.
No cabía duda, si hubiera querido matarlos, estarían muertos.
El joven ignoró a cada uno de ellos, sin siquiera dedicarles una mirada, y alcanzó al hombre después de unos segundos.
—Pareces molesto, padre. ¿Con quién hablabas? —la cara inexpressiva del joven se desmoronó, apareciendo una sonrisa en su rostro mientras preguntaba, notando el aura colérica del hombre.
—Con nadie de quien debas preocuparte —el tono del hombre era despectivo—. ¿Cómo te sientes?
La sonrisa del joven se amplió. —Suena como si estuvieras hablando con mi encantadora hermana —comentó con tono sarcástico.