Atticus luchaba por levantarse, sus manos temblaban mientras se apoyaban en el duro suelo. Los efectos residuales del impacto del rayo enviaban espasmos esporádicos a través de sus músculos, convirtiendo cada intento de ponerse de pie en una tarea desalentadora.
Con una exclamación murmurada, —Mierda —logró expresar la frustración y el malestar que le recorrían.
—Al menos da una advertencia primero —se quejó Atticus, asegurándose de que fuera lo más sutil posible.
Aparte de no estar lo suficientemente cerca como para hablarle de esa manera a Magnus, el hombre era un jodido Paragón. No tenía intención de faltarle el respeto a un hombre que podía borrar su existencia con un simple exhalar.
A pesar de que Atticus sabía que a Magnus le importaba la familia, no tenía idea de si era debido a lazos familiares o simplemente por deber.
Pero, aunque la queja de Atticus estaba pensada para ser silenciosa, Magnus aun así escuchó todo claramente.