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—Sí, lo hizo —dijo finalmente Carina, con voz suave y firme—. Quirón ha secuestrado a la compañera del rey. —La centaura femenina levantó la cabeza y miró a Jedrek.
Esta declaración provocó otra ola de alboroto entre los centauros y los licántropos. Los primeros no creían lo que su compañera centaura había dicho, mientras que los últimos estaban demasiado ansiosos por acabar con ellos por el atroz acto que habían cometido.
—¡Tienen que matarlos! —rugió uno de los Alfas.
—¡No se les puede perdonar! —sugirió otro lo mismo.
—¡Da la orden y acabaremos con ellos! —uno de los Alfas dio un paso adelante y exigió una orden de Jedrek.
Al escuchar todo eso, la sangre de Jedrek hervía de ansias. Realmente quería ver la sangre de esas miserables criaturas corriendo por este camino.
Sin embargo, una pequeña parte de él, que aún podía pensar con claridad, sabía que no era lo correcto hacerlo ahora, porque cada segundo era importante. Nadie podía garantizar la seguridad de Lila.