Raine se duchó durante casi dos horas, cepillando cada parte de su piel. Y luego se sumergió en una bañera de espuma hasta que las puntas de sus dedos se arrugaron.
—Mi amor… si todavía no has terminado, entraré y te ayudaré —advirtió Torak a Raine—. ¿Qué estaría haciendo ella adentro?
Raine casi se saltó el desayuno por esto.
—No. ¡Ya terminé! —respondió apresuradamente Raine mientras se oía un sonido de revuelo desde adentro—. Desbloqueó la puerta y apareció en su bata de baño.
Como Torak siempre le tomaba el pelo sobre entrar al baño mientras ella se bañaba, Raine cerraba la puerta con llave si no se olvidaba.
—¿Qué haces? —Torak cruzó sus brazos sobre su pecho y vio que la cara de Raine y su piel expuesta estaban muy rojas—. ¿Te despellejaste ahí dentro? —Torak tomó la mano de Raine y vio la piel arrugada en la punta de sus dedos.
Raine hizo pucheros y retiró su mano.
—Dijiste que olía mal... —dijo ella con tristeza.