—¿De dónde lo has sacado? —preguntó, presionando esta vez que incluso el niño se dio cuenta de que algo estaba mal.
Se levantó frente a su madre como si la protegiera de él.
—No lo hemos robado, te prometo que es nuestro —aseguró, pero Damien siguió mirando a la mujer cuando intentó levantarse pero no pudo.
—Esto me pertenecía. Mi madre me lo había dado para pasárselo a mis hijos. Ella me había dicho que contenía un gran poder y que uno de ellos lo usaría para el bienestar de su aquelarre —explicó con un suspiro mientras Damien miraba el collar otra vez.
—¿Quién es tu marido? —el efecto de su pregunta fue peculiar, sus ojos se sacudieron y su rostro palideció como si le hubiera pedido que muriera cuando se acercó más.
—No pretendo hacer daño. Responde a esta última pregunta y me iré —prometió cuando la mujer finalmente negó con la cabeza. No iba a responderlo ni aunque tuviera que dar su vida.