Julie y Román se sentaron en una de las ramas del árbol, lejos de la gente donde el cielo se había oscurecido, haciendo difícil que alguien los encontrara. Ella había colocado ambas manos a cada lado de su cuerpo, sintiendo la superficie de la rama desigual, mientras miraba fijamente al frente.
—Sabes... me inspiras —dijo Julie a Román, y él volvió su mirada y notó que ella seguía mirando fijamente a la nada en particular. Perdida en sus pensamientos y al mismo tiempo presente y ausente en los últimos minutos. —Has perdido a tantas personas a lo largo de los años... y debe haber sido más difícil para ti, sin embargo, eres fuerte.