Damien ayudó a Penny con sus heridas. Limpiando con algodón mientras la hacía sentarse en una silla con la espalda contra el escritorio de su habitación. Aplicando ungüento en su rostro. Cada toque en su rostro la hacía estremecerse lo que hacía hervir su sangre de ira.
—Solo un poco más —dijo él, presionando el algodón sobre su piel que se había hinchado. Se tardarían dos días en bajar la hinchazón, la herida que estaba descolorida tardaría más en desaparecer. Ya había terminado de limpiarle la espalda, y esta vez no hubo ni una sola palabra de protesta que saliera de sus labios. Ella se sentó dócil sin muchas palabras como si estuviera en un estado de aturdimiento.
Penny se había perdido en sus pensamientos sobre lo que había ocurrido, repasando una y otra vez lo sucedido hace unas horas mientras el dolor continuaba marcando su mente con cada toque de Damien en su piel.