—Te ves hermosa, Penélope —sus ojos que miraban por la ventana al pueblo desierto que lucía oscuro y sombrío, se volvió para encontrar su mirada—. ¿Te divertiste?
—¿No te preocupa, Maestro Damien? —preguntó Penny para que él inclinara la cabeza con una mirada de interrogación.
—¿Por qué tendría que preocuparme si te diviertes en la celebración de mi amigo? —él le preguntó para ver sus labios apretarse. Por supuesto, él sabía de lo que ella hablaba, pero disfrutaba haciéndola hablar más de lo que pretendía.
El cabello que Damien había atado anteriormente ahora empezaba a soltarse debido a la ventana abierta por la que el aire entraba y desordenaba su pelo cada vez que la brisa aumentaba. Elevando su mano para sujetar los pequeños mechones cerca de su sien, cambió sus palabras, —¿Qué edad tienes?
—¿Por qué preguntas? —él preguntó como si estuviera intrigado por su interés en él.
—Tenía curiosidad.
—En ojos humanos, podría tener alrededor de veinticuatro...