Su dulce y pequeña esposa lo abrazó por su propia voluntad, y ahora incluso ella tomó la iniciativa de besarlo. Sería mentira decir que su corazón no se conmovió.
—Habría sido perfecto si no fuera por este maldito velo. —Cuando ella se apartó, Drayce miró esos hermosos ojos morados mientras acercaba su rostro al de ella.
—Esto no es suficiente, mi Reina. —Aunque sorprendida, no se apartó y dejó que rozara sus narices juntas. Luego sintió su mano moverse hacia su mejilla y tocar el velo que cubría su rostro. Por un momento le asustó que él quitara su velo y viera su rostro, pero se relajó inmediatamente al verlo cerrar los ojos antes de retirar la tela de su velo de su rostro.