¡Splash!
—¡Su Alteza!
El caballero se puso de pie al momento en que se dio cuenta de que estaba solo en la plataforma de madera.
—Su Alteza, ¿puede oírme? ¿Su Alteza? ¿Señorita Esther?
Sir Galien se encontraba dividido entre llamar la atención de la guardia de la ciudad que patrullaba y zambullirse él mismo en el río. Sabía que el Príncipe Heredero sabía nadar y debería ser capaz de emerger por su cuenta. El caballero no podía entender lo que acababa de suceder y, después de esperar varios segundos interminablemente largos, se dio cuenta de que no había cambio alguno en las oscuras aguas del río.
«¿Quizás Su Alteza nadó hacia la orilla del río para evitar al atacante invisible?»
Sin embargo, esa parte del río estaba oscura y era imposible ver claramente más allá de lo que una persona normal podría ver bajo la suave luz ofrecida por la luna.
El caballero llamó una vez más al Príncipe Heredero. —¡Su Alteza, por favor responda si está a salvo!— Pero aún así, no hubo respuesta.