Drayce podía sentir la presencia de Seren en cualquier lugar, siempre que estuviera dentro del palacio real. Con sus habilidades, estaba seguro de que no había necesidad de preguntar su paradero a nadie.
En el momento en que extendió sus sentidos para encontrar a su esposa, fue sorprendido por los dulces sonidos de risas inocentes. Una de las voces, la reconoció como la voz de Rayjin, pero la otra le resultaba familiar y a la vez desconocida. Esa risa melódica llena de inocencia causó un cosquilleo en él, y no deseaba dejar de escucharla ni por un segundo.
En el instante mismo en que escuchó su risa, nada más le importaba. Continuó siguiendo la fuente de esa música, caminando hacia el invernadero como en un ensueño, solo para ser recibido por una vista tan hermosa, que no debería existir en el reino mortal.