Seren se levantó y bajó la cabeza para hacerle una reverencia. —S-Su Majestad... No sabía qué más decir.
Drayce se acercó a ella y se detuvo a pocos pies de distancia. Con él al alcance de la mano, el sonido de su corazón latiendo claramente se abría paso a través de sus oídos, dejándole saber lo asustada que estaba en ese momento.
—Mi Reina —Drayce la llamó mientras miraba su cabeza inclinada—, mírame.
Tomando aire profundamente, Seren obedeció sus palabras. Bajo su intensa mirada, sintió que su garganta se secaba. Su presencia sola le debilitaba las rodillas.
—¿Puedo saber en qué piensa mi Reina? —preguntó Drayce suavemente.
—Nada, Su Majestad —respondió ella simplemente, ya que no estaba segura de lo que pensaba.
—¿Estás nerviosa? —preguntó él directamente.
—¿Tengo que responder eso? —Seren tragó saliva, parpadeando unas veces mientras lo miraba. No había duda de que sus nervios estaban tan tensos, que estaban a punto de romperse, pero no podía articular palabra.