Cuando la joven Reina y el Rey de Megaris estaban en su mundo de dulce sueño profundo en el abrazo del otro, la otra parte del continente había empezado a desvelarse en los brillantes rayos del sol. Siendo la parte este del continente, Abetha tenía su amanecer antes mientras Megaris todavía estaba cubierto en la oscuridad de la noche.
—¿Qué haces aquí tan temprano en la mañana? —preguntó el hombre mayor al acercarse hacia la mujer sentada en el bloque de madera hecho del árbol caído. Sus ojos de aspecto tranquilo miraban fijamente el río adelante y por debajo de la superficie en la que se encontraba sentada en la ladera. Su rostro cansado y pálido no tenía expresiones que dejaran saber lo que estaba pensando.
—Estaba pensando en Seren —respondió ella con calma.
El hombre se sentó a su lado y le entregó una pequeña bolsa:
—Preparé esto anoche. Necesitas tomar esta medicación temprano en la mañana.
Ella aceptó la bolsa pero la miró como si fuera inútil: