Cuando el sol tomó su lugar en el cielo, todavía estaban ocupados revoloteando a mi alrededor. Alrededor de esta hora, normalmente estaría comiendo mi comida matutina. Sin embargo, hoy no tenía apetito y, aunque lo hubiera tenido, nadie me ofreció comida ya que me haría no caber en el pequeño corsé que me hicieron llevar puesto.
—Hemos terminado, Su Alteza —dijo una de las doncellas mientras todas se alejaban. Durante las últimas horas, ninguna de ellas había hablado casualmente, y todas tenían cuidado de no cometer un error. Aunque estaban tocándome, era obvio que tenían miedo.
Martha se acercó. —Estamos agradecidos por su asistencia. Haré el maquillaje de Su Alteza yo misma.
Las doncellas parecían como si les hubieran perdonado un crimen y rápidamente abandonaron mi cámara en cuanto las despedí.
Sola con Martha, solo entonces me miré en el espejo.