Al oír la extensa observación de su amigo, Drayce lo ignoró como de costumbre.
El joven rey caminó hacia donde estaba su espada y, sin dudarlo, se hizo un corte en el brazo. La sangre comenzó a brotar inmediatamente.
—¡Dray! —Sin embargo, el grito de Arlan llegó demasiado tarde, ya que Drayce ya había tomado una pastilla.
Los dos observaron con la respiración contenida cómo la herida se cerraba a una velocidad visible a simple vista. Después de un minuto, el corte de la espada se había convertido en una tenue cicatriz de varios años de antigüedad. Drayce volvió su atención hacia Crepúsculo y se acercó al pájaro para acariciarle la cabeza. —Has hecho un buen trabajo. Esta pastilla curativa no tiene efectos negativos en el cuerpo. Se la daré a ella.
Crepúsculo frotó su cabeza de vuelta como si estuviera contento con lo que su amo había dicho.