Dobló la carta y la deslizó en su bolso, sus movimientos lentos y deliberados.
Los ojos de la tía Mila se estrecharon.
Podía ver que no había más acciones que tomar aquí, no sin arriesgar causar una escena aún mayor, una que pudiera arruinar su reputación irreparablemente.
Con una mirada final de reproche, se volvió hacia Vivian, agarrándola del brazo.
—Vámonos.
Vivian echó un último vistazo a Yu Holea, su rostro distorsionado por la ira y la frustración, pero sabía que era mejor no discutir.
Juntas, se marcharon, sus pasos resonando en la sala ahora vacía.
Yu Holea las observó irse.
Una sonrisa apareció en su rostro.
Poco a poco, la multitud comenzó a recuperar su racionalidad y se miraban entre sí confundidos.
—¿Qué… acaba de pasar? —murmuró una mujer cerca, frotándose las sienes como intentando despejar la niebla de su mente.
—¿No estaba yo... haciendo algo importante? —murmuró otra persona, mirando sus manos como esperando encontrar alguna pista allí.