El corazón de Jung Xiao martilleaba en su pecho y su aliento se atoraba en su garganta cuando se encontró cara a cara consigo misma.
La figura detrás de ella, un espejo perfecto de su propio cuerpo, sonreía, pero no era una sonrisa amigable.
Era retorcida y siniestra, con ojos que brillaban demasiado en la tenue luz de la cocina.
La figura se inclinó más cerca, su aliento frío rozando su piel mientras susurraba:
—No puedes escapar.
Jung Xiao sintió sus rodillas debilitarse.
La cocina a su alrededor parecía distorsionarse, las paredes se cerraban como si estuvieran vivas, respirando.
El aire se volvía denso y pesado con el hedor de algo podrido. Intentó gritar, pero su voz no salía.
El pánico se apoderaba de ella y tropezó hacia atrás, su mano buscando algo a qué aferrarse.
La otra "ella" avanzó, sus movimientos anormalmente fluidos, como un depredador acechando a su presa.
—Te he estado esperando —dijo, con voz suave pero amenazante como si estuviera saboreando el momento.