Transcurrió media hora. El Abuelo Sang salió.
—Quizás lo sé, ¿tu hija tiene alguna alergia a algo? —planteó la pregunta el Abuelo Sang a Mu Li Zei y Su Yu Qing.
—Que yo sepa, no tiene ninguna alergia a nada —respondió Su Yu Qing.
—¿Qué le ha sucedido a mi hija, Doctor Sang? —preguntó Mu Li Zei.
—De hecho, todavía no sabemos la causa. ¿Dijiste que se rasca, verdad? —frunció el ceño el Abuelo Sang.
—Sí. Se ha rascado tanto que empezó a sangrar —dijo Su Yu Qing.
—Bueno, su hija tendrá que quedarse en el hospital ya que todavía no conocemos la causa. Sería de ayuda saber la causa si supiéramos a dónde fue anoche. Y aún hemos atado sus manos en caso de que se despierte y comience a rascarse —explicó la situación el Abuelo Sang.
—Ya he conseguido que uno de mis subordinados investigue a dónde fue anoche. Tras obtener la información, se la comunicaré al Doctor Sang —dio una garantía Mu Li Zei.
—Bien. Otros doctores han tratado esas heridas podridas —dijo el Abuelo Sang.
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