—Maestra, ¿puede dármelo? —preguntó. Quería esperar al día de su matrimonio hasta pedirle, pero se dio cuenta de que el tiempo no espera a nadie.
No sabía qué les pasaría en el futuro, así que quería atesorar cada pequeño momento con ella.
—¿Qué es eso? —Ella estaba confundida. Su rostro se sonrojó de rosa y sus labios estaban hinchados.
Parecía tan encantadora por sus ojos bicolor y su cabello blanco como la nieve.
—Quiero el cuerpo de la maestra. Está bien si la maestra no quiere. Puedo esperar. —Zhiyi besó su frente suavemente e intentó suprimir su lujuria. Él nunca la obligaría a hacer algo que no quisiera.
—Maestra, te amo. —La amaba más que a su vida. Su bondad, su compasión, su amor sin límites, su torpeza, su alma, su corazón, su espíritu, su cabello, sus ojos, su cuerpo y todo sobre ella lo hacían caer más profundo.