Apenas se despertó, se sintió extremadamente adolorida en todo su cuerpo. Las marcas de besos estaban esparcidas por todas partes, desde su esbelto cuello hasta sus hermosas clavículas.
Vio que el rostro perfecto del hombre estaba cerca del suyo.
—Buenos días, maestra —Zhiyi sonrió, y en ese momento parecía una pura ama de casa, no como la bestia que la había embestido durante un día y una noche.
—Buenos días... —Sus labios se torcieron, y movió su cintura adolorida para levantarse.
Su piel blanca estaba llena de sus besos, y lucía extremadamente tentadora.
La garganta de Zhiyi se movió, y no pasó mucho tiempo antes de que la presionara sobre la cama y comenzara otro intenso ejercicio matutino.
Varias horas después, Zhiyi se lamió los labios satisfecho y la ayudó a ponerse la bata que había preparado para ella.
Luego le dio de beber el agua espiritual para curar su dolor y la masajeó.