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Keira y su equipo partieron bajo el manto de la noche.
De pie en la cubierta, Keira miraba hacia adelante. El mar nocturno era un tramo interminable de oscuridad total, un abismo sin fondo a la vista.
Lewis se plantó detrás de ella y preguntó:
—¿Estás asustada?
—¿De qué? —contestó Keira.
Este mar oscuro y vacío era como la vida que había vivido en las sombras; nada nuevo ni aterrador para ella.
El tono de Lewis permaneció calmado. —Es un viaje de unas cuatro horas hasta la frontera de País A. No hay señal aquí, solo teléfonos satelitales. Acabo de recibir palabra de que el Profesor Barry Brandt ya está en camino. No deberíamos tener problemas. Si todo va bien, lo recogeremos y nos dirigiremos directamente a casa.
Keira asintió, luego preguntó:
—¿Y si no sale bien?
—Entonces, pasamos al Plan B. No te preocupes, lo traeremos de vuelta, de una forma u otra —dijo Lewis con una confianza constante que tranquilizó a Keira.