Lewis miró fijamente a las dos personas, pensando en cómo Keira había sido acosada por esta madre y este hijo durante el último mes, y deseó poder matarlos.
Pero esto era Clance, donde uno no podía matar gente imprudentemente.
Sin embargo, la intención asesina en sus ojos era tan intensa que asustó a Howard, ¡quedándose congelado!
Lewis los miró ferozmente, su mirada barriendo sobre Keira antes de que se ajustara los puños y dijera:
—Hace un mes me tendieron una trampa, y esa cuenta aún no está saldada.
Mientras hablaba estas palabras, varios guardias de seguridad vestidos de negro aparecieron de repente en la puerta.
Howard nunca había visto tal presencia.
Sus piernas se debilitaron al instante, y se arrodilló en el suelo, golpeándose la cabeza y suplicando:
—Señor Horton, eso no tiene nada que ver conmigo... No fue idea mía; todo fue cosa de Keera. Keera fue quien conspiró contra usted, y no tiene nada que ver conmigo... Fui forzado por Keera...