"Antes de que Elle pudiera procesar lo que Sebastian acababa de decir, repentinamente la inmovilizó en el suelo. Cuando vio que su sonrisa desaparecía y el destello en sus ojos se volvía algo apagado, una emoción casi violenta lo sacudió fuertemente. Y la inmovilizó, sujetándola tan apretadamente como si quisiera encarcelarla bajo su cuerpo y nunca queriendo permitir ninguna posibilidad de que ella escapara de él. Nunca.
Se cernía sobre ella, su cuerpo encerrado entre sus piernas y sus muñecas sujetas junto a sus oídos.
—S-Sebastian —tartamudeó su nombre mientras hacía una mueca de dolor por su duro manejo de su persona—. Su llamada tartamudeante a su nombre hizo que él saliera de su propia distracción, dándose cuenta demasiado tarde de cuán apretadamente estaba sujetando sus manos.
Luego vio su reflejo en sus ojos dilatados. Sus propios ojos ya no eran grises, sino de color rojo sangre. ¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea!