Dos días después, Lauren entró al hospital, todavía con el teléfono pegado a la oreja.
—Acabo de llegar al hospital y todavía no lo he visto —le dijo a Sarah, la mamá de Steffan.
—Sí, me aseguraré de informarte tan pronto llegue a su sala.
—Está bien, adiós mamá.
Agachó la cabeza para guardar su teléfono en la bolsa, pero chocó con alguien, haciendo que se tambaleara hacia atrás ligeramente.
Sobresaltada, Lauren alzó la vista rápidamente, lista para disculparse, pero las palabras se le atoraron en la garganta al posar sus ojos en la mujer frente a ella.
La mujer era deslumbrante, con largos cabellos oscuros cayendo sobre sus hombros y ojos penetrantes que parecían tener un atractivo misterioso.
—Lo-Lamento —balbuceó Lauren, su voz dudosa mientras daba un paso atrás. La sonrisa de la mujer se ensanchó, pero había un brillo en sus ojos que envió un escalofrío por la espalda de Lauren.