—¿Qué estás haciendo, mamá? —siseó a través de sus dientes apretados.
No podía creer que su madre eligiera este momento para irrumpir en su comida especial.
Se necesitaría alguien en su posición para entender completamente la cantidad de autocontrol que tuvo que emplear toda la noche para resistir la tentación que había sentido de llevarse a Kathleen de la multitud y perderse en sus sensuales encantos.
A Joanne no le importaba mientras agarraba la pierna de Kathleen y empezaba a rogar.
—Por favor, perdóname Kathleen. Sé que he sido la peor suegra para ti. Y también sé que no quieres tener nada que ver conmigo. Pero lamento verdaderamente por todo, por la forma en que te maltraté e incluso me puse del lado del enemigo para hacerte la vida miserable.
—Las maravillas nunca cesarán. ¿No es esa la Sra. Joanne Hudson? ¿Qué podría haber pasado para hacerla tan humilde?