—¿De verdad? —Steffan retrocedió y observó a su sobrina, sus brazos cruzados el uno sobre el otro—. ¿Por qué siento que me estás ocultando algo?
—¿Cómo puedes decir eso, tío? No te estoy ocultando nada —Sophia apretó los labios en un puchero—. Me siento ofendida porque no entiendo por qué me estás interrogando como a una ladrona.
—En serio, ellos no me dijeron a dónde iban.
—Steffan examinó detenidamente la hermosa cara de su sobrina en busca de señales evidentes de mentiras, pero sus ojos se encontraron con los suyos sin vacilar—. Vale, si de verdad estás diciendo la verdad. ¿Quiénes son ellos, especialmente el chico que se acaba de ir corriendo?
—Él es… —ella se quedó a medias cuando recordó a Elvis pidiéndole que no revelara su identidad—. Yo- yo…
—Sophia miró hacia abajo, sus pestañas parpadeando incontrolablemente mientras retorcía sus manos nerviosamente.
Mientras pensaba en qué decir, su mente se centró en algo.